PHILOKALIA-TERMOS: PERFEIÇÃO — INICIAÇÃO — REGENERAÇÃO
Leo Schaya: RETORNO DO HOMEM A DEUS
No esoterismo muçulmano, a doutrina do Corpo Etéreo é bem conhecida e isto sob uma forma que corrobora amplamente os ensinamentos da Cabala. Associa-se também à doutrina neoplatônica dos veículos supra-terrestres da alma (Veículo da Alma) — entre os quais portanto o “Corpo Etéreo” —, doutrina ocidental que parece vir através de Platão e Pitágoras, dos ensinamentos da tradição do Egito. E adicionemos que aqui nos encontramos em presença de um aspecto doutrinal ensinado em primeiro lugar por seres de elite que, neste mundo, o realizaram “em sua carne” mesmo e que, através dos séculos e milênios, são os testemunhos vivos do retorno do homem à Deus (v. Conversão). No entanto, nos esquecemos que este retorno não está definido pelo único aspecto da restauração do corpo primordial; esta última está até mesmo condicionada pela purificação, a regeneração espiritual e a existência deiforme da alma. Em definitivo, trata-se da reintegração de todas as possibilidades individuais do ser humano em seu espírito universal que, por repercussão ascendente, se absorve em sua Essência transcendente e absoluta. Lembremos que a perda do estado primordial e a redução do Corpo Glorioso a uma pura virtualidade envelopada do corpo caído — quer dizer composto de elementos sensíveis, “caídos” fora de sua quintessência incorruptível e produzindo sua matéria perecível — são devidas à queda dos elementos psíquicos fora de sua própria Quintessência divina, fora do pecado original. Também , para retomar a terminologia cabalística, o estado perfeito do homem individual terrestre ou do “homem primordial” (Adam ha-rishon), que se situa entre o estado de queda e os estados supra individuais ou universais do Homem angélico, celeste e cósmico (Metatron), e do “Homem principial” (Adam Qadmon) ou “Homem transcendente” (Adam ilaah), não poderia ser restaurado se o ser humano não repusesse os elementos de sua alma em seu lugar original, sua ordem inicial, sua unidade no Uno. Esta reposição em ordem e esta unificação dos elementos psíquicos representam portanto não somente a conditio sine qua non da restauração do estado primordial — aí compreendido aquela do corpo interior e glorioso — mas também a preparação indispensável à superação da alma individual, à realização do Homem universal e divino.
René Guénon: CONDIÇÕES DE INICIAÇÃO
Hemos hecho observar en otra parte que las fases de la iniciación, del mismo modo que las de la «Gran Obra» hermética, que no es en el fondo más que una de sus expresiones simbólicas, reproducen las del proceso cosmogónico1; esta analogía, que se funda directamente sobre la del «microcosmo» con el «macrocosmo», permite, mejor que toda otra consideración, aclarar la cuestión de que se trata al presente. Se puede decir, en efecto, que las aptitudes o posibilidades incluidas en la naturaleza individual no son primeramente, en sí mismas, más que una materia prima, es decir, una pura potencialidad, donde no hay nada de desarrollado o diferenciado [[No hay que decir que, hablando rigurosamente, no es una materia prima más que en un sentido relativo, no en el sentido absoluto; pero esta distinción no importa bajo el punto de vista en el que nos colocamos aquí, y por lo demás es la misma cosa para la materia prima de un mundo tal como el nuestro, que, al estar ya determinada de una cierta manera, no es en realidad, en relación a la substancia universal, más que una materia secunda (cf. El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos, cap. II), de suerte que, incluso bajo esta relación, la analogía con el desarrollo de nuestro mundo a partir del caos inicial es verdaderamente exacta.]]; es entonces el estado caótico y tenebroso que el simbolismo iniciático hace corresponder precisamente al mundo profano, y en el que se encuentra el ser que no ha llegado todavía al «segundo nacimiento». Para que ese caos pueda comenzar a tomar forma y a organizarse, es menester que una vibración inicial le sea comunicada por las potencias espirituales, que el Génesis hebraico designa como los Elohim; esta vibración, es el Fiat Lux que ilumina el caos, y que es el punto de partida necesario de todos los desarrollos ulteriores; y, desde el punto de vista iniciático, esta iluminación está constituida precisamente por la transmisión de la influencia espiritual de la que acabamos de hablar [[De ahí vienen expresiones como las de «dar la luz» y «recibir la luz», empleadas para designar, en relación al iniciador y al iniciado respectivamente, la iniciación en el sentido restringido, es decir, la transmisión misma de que se trata aquí. Se observará también, en lo que concierne a los Elohim, que el número septenario que les es atribuido está en relación con la constitución de las organizaciones iniciáticas, que debe ser efectivamente una imagen del orden cósmico mismo.]]. Desde entonces, y por la virtud de esta influencia, las posibilidades espirituales de ser ya no son la simple potencialidad que eran antes; han devenido una virtualidad presta a desarrollarse en acto en las diversas etapas de la realización iniciática.
Esoterismo de Dante, concretamente pp. 63-64 y 94, (ed. francesa). ↩