Tudo quanto se distingue de outro indica uma krisis aberta entre ele e o outro.
E é nesse distinguir o que é do que não é ele, que realizamos a apreensão analítica da unidade, porque ela se realiza para nós, graças a uma diakrisis, ao realizarmos uma separação. É essa diferença que individualiza a unidade. E aqui há necessidade de se estabelecer a distinção entre a individualidade, a unicidade de fato, que é revelada por este ser, que enquanto tal, como existente, não é outro, e a unicidade ontológica, que lhe é dada pela forma, pelo seu esquema concreto, a haecceitas dos escotistas, que o torna único. Desse modo, todos os entes, em sua individualidade, apontam a uma unicidade de fato e a uma unicidade ontológica, se nos colocarmos naquele pensamento, o que se prestaria ainda a muitas discussões. A unicidade ontológica ou metafísica admite-se que não se dá no âmbito corpóreo, pois os indivíduos têm aqui em comum, a espécie. Mas o ser humano, por exemplo, pelo seu caráter pessoal, adquire uma irreiteirabilidade e insubstituibilidade, uma unicidade como a tem um Platão, um Aristóteles, para exemplificar. Como nenhum indivíduo, no plano terrestre, esgota a plenitude de sua espécie, a unicidade metafísica não é plena nele, como o é a de Deus, mas não podemos deixar de reconhecer que a individualidade participa da unicidade, e o ser humano ainda mais do que as coisas que estão aí.
Se procurarmos a unidade de fato, inevitavelmente nos encontraremos ante a dualidade, porque o que revela unidade é um separar-se de outro. [Mário Ferreira dos Santos – Tratado de Simbólica]
La Dualidad es entonces necesariamente producida por la Unidad, puesto que no puede existir por sí misma; pero ¿cómo puede ser producida? Para comprenderlo debemos considerar primeramente a la Dualidad en su aspecto menos particularizado, que es la oposición del Ser y del No-Ser; por otra parte, puesto que uno y otro están forzosamente contenidos en la Perfección total, es evidente desde el principio que esta oposición no puede ser más que aparente. Entonces valdría más hablar únicamente de distinción; pero ¿en qué consiste esa distinción? ¿Existe, en realidad, independientemente de nosotros, o no es simplemente más que el resultado de nuestra forma de ver las cosas?
Si por No-Ser no se entiende sino la pura nada, es inútil seguir hablando, pues ¿qué se puede decir de aquello que no es nada? Pero otra cosa muy distinta sería si se considera al No-Ser como posibilidad de ser; así entendido, el Ser es la manifestación del No-Ser, y está contenido en estado potencial en el No-Ser. La relación del No-Ser al Ser es entonces la relación de lo no-manifestado a lo manifestado, y podemos decir que lo no-manifestado es superior a lo manifestado, puesto que es su principio, ya que contiene en potencia todo lo manifestado más lo que no es, ni nunca ha sido, ni jamás será manifestado. Al mismo tiempo, vemos que es imposible hablar aquí de una distinción real, puesto que lo manifestado está contenido en principio en lo no-manifestado; sin embargo no podemos concebir lo no-manifestado directamente, sino solamente a través de lo manifestado. Esta distinción existe pues para nosotros, pero sólo existe para nosotros.
Si es así para la Dualidad en cuanto a la distinción entre Ser y No-Ser, con mayor razón debe ser lo mismo para todos los otros aspectos de la Dualidad. Con esto vemos cuán ilusoria es la distinción entre Espíritu y Materia, sobre la que se han construido, sobre todo en los tiempos modernos, tan gran cantidad de sistemas filosóficos, como si se tratara de una base inquebrantable; si esta distinción desaparece, nada queda de todos esos sistemas. Además, podemos señalar de pasada que la Dualidad no puede existir sin el Ternario, ya que si el Principio, diferenciándose, da nacimiento a dos elementos — que por lo demás sólo son distintos en tanto que nosotros los consideremos como tales -, éstos dos elementos y su Principio común forman un Ternario, de suerte que en realidad es el Ternario y no el Binario quien es inmediatamente producido por la primera diferenciación de la Unidad primordial. [René Guénon: O DEMIURGO]
As dualidades cósmicas são na verdade apenas “especificações” diversas da dualidade primeira de Purusha e Prakriti, ou, em outros termos, da polarização do Ser em “essência” e “substância”. [Guénon]
Consideradas aparte, las «mitades» de la Unidad originalmente indivisa pueden distinguirse de diferentes maneras, acordemente a nuestro punto de vista; por ejemplo, políticamente, como el Sacerdotium y el Regnum [
brahma-kshatrau], y, psicológicamente, como el
Sí mismo y el No sí mismo, el Hombre Interior y la
Individualidad Exterior, el Macho y la Hembra. Estos pares son dispares; e incluso cuando el subordinado se ha separado del superior con miras a la cooperación productiva, el subordinado permanece aún en el superior, más eminentemente. Por ejemplo, el Sacerdotium, es «a la vez el Sacerdotium y el Regnum» — una condición que se encuentra en la mixta
persona del sacerdote-
rey Mitravarunau, o Indragni — pero el Regnum, en tanto que una función separada, no es nada sino él mismo, relativamente femenino, y subordinado al Sacerdotium, que es su Director [netr = hegemon].
Mitra y
Varuna corresponden al para y al apara
Brahman, y de la misma manera que Varuna es femenino para Mitra, así la distinción
funcional en los términos del
sexo define la jerarquía.
Dios mismo es macho para todo, pero de la misma manera que Mitra es macho para Varuna, y como Varuna, a su vez, es macho para la
Tierra, así el Sacerdote es macho para el Rey, y el Rey es macho para su
reino. De igual modo, el hombre está sujeto al gobierno conjunto de la Iglesia y del Estado; pero detenta la
autoridad con respecto a su esposa, quien, a su vez, administra su estado. A todo lo largo de la serie, el principio noético es el que sanciona o prescribe lo que el principio estético hace o evita; y el desorden surge solamente cuando este
último es apartado de su fidelidad
racional por sus propias pasiones
dominantes, e identifica esta esclavitud con la «libertad». [
Ananda Coomaraswamy: HINDUÍSMO E
BUDISMO]