doctrina. Proveniente de docere, enseñar, esta voz indica, en principio, la acción de aquel que hace conocer algo y, de manera derivada que se convirtió en principal, el conjunto de las enseñanzas, escritas u orales, de un maestro. Así, por ej., se habla de la d Christi.
En la Edad Media, el término se ha usado 1. en sentido estricto, 2. en sentido amplio. 1. En sentido estricto, se usó para aludir a la enseñanza de la matemática en particular (véase doctrinaliter). 2. En sentido amplio, se empleó en relación con el conjunto de tesis de un autor, ya sea en general, ya referidas a alguna cuestión en particular. En este orden, los autores medievales, escolásticos en particular, consideraron el valor de una doctrina filosófica según su conformidad con la razón. Respecto del carácter manifiesto u oculto de una d. , justificaron este último por diversas razones, por ej., por la intención de quien la enseña, que puede ser la de evitar mofa o envidia; por la pretensión de que no se difunda al vulgo debido a su excelencia, es decir, con el objeto de aventar el peligro de mala interpretación; por el modo de expresión metafórica o alegórica, como ocurre frecuentemente en la Divina Comedia, por ej., “mirate la d. che s’asconde/sotto il velame de li versi oscuri” (Inf. IX, 62-63).