Cuerpo y alma.
Excertos de José Pablo Martín — Filón de Alejandría y a Gênesis da Cultura Occidental
En el hombre, “las divisiones fundamentales… corresponden al alma (psyché) y al cuerpo (soma)” (Sacr 108); todo hombre en condiciones terrenas puede ser llamado sin más “compuesto (synthesis) de alma y cuerpo”1. “No hay un tercer componente” (Spec I 223), de modo que toda otra descripción antropológica de tres o más miembros debe ser entendida como desarrollo de esta tensión binaria, que señala dos esferas fundamentales.
Antagonismo y armonía.
¿Qué acontece entre el alma y el cuerpo? ¿Hay composición estable o transitoria, pacífica o polémica? Por el sonido de algunos textos podría interpretarse la antropología de Filón como un dualismo de principios irreconciliables, cuya separación otorgaría libertad e identidad al principio superior, el alma. Muchos pasajes llevan en esta dirección. Se proponen las metáforas platónicas del cuerpo – cárcel del alma2, y se interpretan las acciones salvíficas de la Biblia como la liberación del alma de la “tierra extranjera” corporal3. “Cuando morimos, el alma empieza a vivir su propia vida, libre ya de la funesta atadura de este cadáver que es el cuerpo” (Leg 1108).
El antagonismo se manifiesta en otro grupo de pasajes, en los que el cuerpo y el alma son dos polos, esferas o leyes, según las cuales el hombre es bueno o es malo. “Porque de los hombres unos son amigos del alma, otros del cuerpo” (Deus 55). División de los hombres que corresponde a otra: la virtud sigue al alma, el vicio al cuerpo (Her 243). El hombre tiene la posibilidad de marchar en las dos direcciones opuestas que constituyen su propio ser, la del alma y la del cuerpo (Her 81). La oposición alma –cuerpo se relaciona proporcionalmente con otras, como Dios – creación (Plant 44, 53), cielo – tierra (Fug 180), virtud – vicio (Somn II 256), libertad – esclavitud (Deus 114), etc. La bipolari-dad del hombre es reflejo y signo de aquella universal bipolaridad que abraza a todos los seres, a la que siempre va unida la dimensión religiosa y la ética.
Parecería entonces que la antropología de Filón debe concebirse como espacio medio entre la atracción de dos polos, o mejor, como la apertura hacia dos puertas, la superior y la inferior, el alma y el cuerpo, el bien y el mal4.
Sin embargo, es necesario considerar otro grupo de textos que hacen imposible la proporción alma / bien = cuerpo / mal. Esos textos no muestran sentido divergente en la composición antropológica, sino convergente. En primer lugar, el hecho que Dios o sus potencias hayan creado el cuerpo le otorga a éste un innegable sentido positivo (Migr 193). Al ser creado, el hombre recibió “las mejores cualidades…, en su alma y en su cuerpo” (Opif 136). El destino de ambos compuestos, cuerpo y alma, es solidario tanto en el bien (Ebr 147) como en el mal (Congr 59). Ambos son afectados por igual (Ebr 171). Más aún, el mal puede afectar al cuerpo por causa del alma si es mala conductora (Migr 64), así como el cuerpo es la ruina del alma si ésta se deja “arrastrar” (Somn II 237). La maldad, de cualquier manera, se origina en el alma5.
El cuerpo, por fin, es una entidad positiva si se mantiene al servicio del alma (Conf 54). El destino del cuerpo es incorporarse a la alabanza de Dios. “… al penetrar el alma en el ámbito de las cosas intelectuales, divinas y verdaderamente santas, también los sentidos, favorecidos por la virtud, unan su voz a aquélla (el alma), y nuestro ser compuesto en todas sus partes, cual un variado y acorde coro, entone al unísono un único armonioso cántico brotado de diferentes voces” (Migr 104). La melodía del alma una, debe ser acompañada por la polifonía del cuerpo múltiple, como la adoración del Logos (Sumo Sacerdote) involucra la adoración que ofrenda el Kosmos múltiple. El destino del compuesto humano, entonces, no es la separación sino la “armonía”6.
La ambivalencia del encuentro psicosomático es evidente. Por una parte, el compuesto tiende a la “liberación” (éxodo, pascua…) del alma encerrada, o a la “separación” de las naturalezas opuestas (Leg I 106); por otra parte, el compuesto se convierte en armonía y culto divino bajo la dirección del alma. ¿Se debe explicar esta ambivalencia como inestabilidad sistemática o como contradicción en el filósofo? Antes de dar una respuesta se deben recorrer extensamente otras “contradicciones” de Filón.
Por ahora es posible proponer una inicial explicación: la unión del cuerpo y el alma implica una jerarquía, o un encuentro entre lo superior y lo inferior, a imagen de lo que ocurre en todos los niveles de lo existente, o quizá, como signo principal de todo lo existente que es “convergencia” de divergentes. Si lo superior gobierna, se da el bien; si lo superior abandona su rango o es sometido, se da el mal7. El cuerpo humano es un instrumento en manos del alma, así como el mundo todo es “un instrumento del Todo”, y “resuena con la grata melodía de sus armonías” (Conf 56). Tradiciones platónicas y estoicas convergen en Filón, y el lugar de este característico encuentro es la exégesis bíblica.
Una muestra del modo filoniano ha despuntado ya: afirmar la síntesis no significa mitigar la antítesis; por el contrario, ambas cosas, síntesis y antítesis, pueden seguir afirmándose extremadamente sin provocar escrúpulos dialécticos.
Véase, entre otros textos, Cher 113, Plant 44, Congr 59, Opif 137-8, Leg III 161,191, Ebr 22, 147, y particularmente Ebr 101, donde se redunda: tó psychés kaí sómatos húphasma e plégma e kráma… tó syntheton zoón. ↩
El cuerpo es comparado a una cárcel en Ebr 101, Conf 92,177, Migr 9, Her 68,85, Mut 173, Somn I 139,181; también a un cadáver: Leg III 69-70, Agr 25, Migr 21; a la tumba: Deus 150, Agr 25, Migr 16,23, Somn I 139; a una ostra adherida al alma: Jos 71, etc. ↩
Dios liberará al alma que ha llegado “al cuerpo, tierra extranjera”, Somn I 181. El término “éxodo” es entendido en este sentido, por ejemplo en Migr 14,115, Somn I 255, Spec II 147, etc. ↩
Ver además Plant 43, Ebr 46, Her 267, Fug 180, Somn II 255-6, Post 60-1, etc. ↩
Ver también Sacr 75, Agr 79-82, Deus 24, Congr 33. La unidad del alma y del cuerpo es un valor litúrgico y religioso; cf. Her 75, Congr 97, Mos I 279, II 68, Spec I 211, 257, 269-71. ↩
Ver Leg 1106, Conf 54, Jos 151-2. Cf. Éusebio, Praep.ev. 8,11,15. ↩