No hay razón para sorprenderse por el hecho de que las dos opiniones sobre la providencia, contrarias si se las ve desde ellas mismas, dominen al mismo tiempo, una junto a la otra, pues ambas provienen de la misma raíz de la metafísica de la subjetividad. En cuanto metafísica ésta deja de antemano impensado al ser mismo en su verdad. Pero en cuanto metafísica de la subjetividad convierte al ser, en el sentido del ente en cuanto tal, en la objetividad del representar y del pro-poner (Vor-setzen). La propuesta del ser como valor puesto por la voluntad de poder sólo es el último paso de la metafísica moderna, en la que el ser aparece como voluntad. Heideggeriana: NiilismoSer
Pero esta historia de la metafísica en cuanto historia del desocultamiento del ente en cuanto tal, es la historia del ser mismo. La moderna metafísica de la subjetividad es la permisión (Zulassung) del ser mismo que, en el permanecer fuera de su verdad, ocasiona (veranlasst) el dejar fuera (Auslassen) de ese permanecer fuera. Pero la esencia del hombre, que, de modo oculto, es el albergue, perteneciente al ser mismo, del ser en su advenir, resulta tanto más dejada fuera cuanto más esenciantemente (wesender) se preserva este advenir en la forma de la sustracción del ser. Frente a su propia esencia, que permanece en la sustracción junto con el ser mismo, el hombre se vuelve inseguro, sin poder experimentar el origen ni la esencia de esa inseguridad. En su lugar, busca lo primariamente verdadero y consistente en la seguridad de sí mismo. Por eso aspira a un aseguramiento de sí en medio del ente que sea organizable por él mismo, para lo cual investiga al ente respecto de las posibilidades de aseguramiento nuevas y cada vez más fiables que ofrece. De este modo se muestra que, de entre todos los entes, el hombre se ve llevado a la inseguridad de una manera especial. Esto permite suponer que, precisamente en su relación con su esencia, es quien está puesto en juego en mayor grado. Con ello se alumbra la posibilidad de que el ente en cuanto tal pueda esenciar de modo tal que ponga todo en juego: que sea él mismo ese “juego del mundo”. Heideggeriana: NiilismoSer
Pero si el ser mismo se sustrae en su más lejano reservarse, el ente en cuanto tal, desprendido como lo único que da medida para “el ser”, se alza en la totalidad de su dominio. El ente en cuanto tal aparece como voluntad de poder, en la que el ser llega al acabamiento de su subjetidad como voluntad. La metafísica de la subjetividad deja fuera el ser de manera tan decidida que el ser queda oculto en el pensar en términos de valor y éste ya casi no puede saberse ni aceptarse como metafísica. En cuanto la metafísica se interna en el torbellino de su dejar fuera, éste, irreconocible como tal, se instituye en verdad del ente en la forma del aseguramiento de la existencia consistente y lleva a su acabamiento el bloqueo de la verdad del ente en cuanto tal frente a la verdad del ser. Este bloqueo, sin embargo, de acuerdo con el reinante enmascaramiento de la metafísica respecto de sí misma, aparece como la liberación de toda metafísica (cfr. Ocaso de los ídolos, “Cómo el “mundo verdadero” se convirtió finalmente en fábula”,VIII, pág. 82 s.). Heideggeriana: NiilismoSer
En efecto, con la metafísica de la subjetividad que llega a su acabamiento, el cual corresponde a la extrema sustracción de la verdad del ser, comienza la época de la objetivación incondicionada y completa de todo lo que es. En la objetivación, el hombre mismo, y todo lo que pertenece a la humanidad, se convierte en una mera existencia consistente que, computado psicológicamente, queda integrado en el proceso de trabajo de la voluntad de voluntad, independientemente de que en él algunos individuos se imaginen aún libres o que otros interpreten este proceso como algo puramente mecánico. Tanto unos como otros desconocen la oculta esencia según la historia del ser, es decir la esencia nihilista, que, dicho en el lenguaje de la metafísica, sigue siendo siempre algo espiritual. El hecho de que, en el proceso de la objetivación incondicionada del ente en cuanto tal, la humanidad convertida en material humano quede incluso postergada respecto de las materias primas y los materiales de trabajo, no radica en una preferencia pretendidamente materialista por la materia y la fuerza respecto del espíritu, sino que se funda en lo incondicional de la objetivación misma, que tiene que llegar a poseer y asegurar la posesión de todas las existencias consistentes, de cualquier tipo que sean. Heideggeriana: NiilismoSer
Metafísica es la verdad sobre el ente en cuanto tal en su totalidad. Las posiciones fundamentales de la metafísica tienen por lo tanto su fundamento en la respectiva esencia de la verdad y en la respectiva interpretación esencial del ser del ente. La metafísica moderna, en cuyo cauce se encuentra, o por lo menos parece encontrarse inevitablemente nuestro pensamiento, en cuanto metafísica de la subjetividad, convierte en obviedad la opinión de que la esencia de la verdad y la interpretación del ser estarían determinadas por el hombre como sujeto en sentido propio. Sin embargo, pensado de modo más esencial, se muestra que la subjetividad se determina desde la esencia de la verdad como “certeza” y desde el ser como representatividad. Hemos visto cómo el re-presentar se despliega en su plena esencia y cómo sólo en su interior – como aquello que subyace – el hombre, en primer lugar como “yo”, se transforma en sujeto en sentido estrecho. Que el hombre se vuelva así el ejecutor y administrador, e incluso el poseedor y portador de la subjetividad no demuestra de ninguna manera que sea el fundamento esencial de la subjetividad. Heideggeriana: NiilismoEuropeu
Para comprender la filosofía de Nietzsche como metafísica y delimitar su lugar en la historia de la metafísica, no basta con explicar historiográficamente como “metafísicos” algunos de sus conceptos fundamentales. Debemos comprender la filosofía de Nietzsche como metafísica de la subjetividad. También respecto de este título, “metafísica de la subjetividad”, vale lo que se dijo sobre la expresión “metafísica de la voluntad de poder”. El genitivo tiene el doble sentido de genitivus subiectivus y genitivus obiectivus, expresiones en las que las denominaciones subiectivus y obiectivus tienen y adquieren un significado fuerte y estricto. Heideggeriana: NiilismoEuropeu
Vemos que en la historia de la proveniencia del pensamiento del valor la transformación de la idea en perceptio se vuelve decisiva. Sólo mediante la metafísica de la subjetividad se pone en libertad y entra entonces en juego sin trabas el rasgo esencial de la idea – ser lo que posibilita y condiciona – que en un principio estaba aún oculto y retenido. Lo más íntimo de la historia de la metametafísica moderna consiste en el proceso por el que el ser adquiere el indiscutido rasgo esencial de ser condición de posibilidad del ente, es decir, en términos modernos, de lo re-presentado, de lo que está enfrentado, de los objetos. El paso decisivo en este proceso lo da la metafísica de Kant. Dentro de la metafísica moderna, constituye el centro, no sólo por la cronología sino desde una perspectiva histórico-esencial, por el modo en que se recoge en ella el comienzo de Descartes y se lo transforma en la confrontación con Leibniz. La posición metafísica fundamental de Kant se expresa en la proposición que el propio Kant determina, en la Crítica de la Razón Pura, como el principio supremo de su fundamentación de la metafísica (A 158, B 197). La proposición dice así: “Las condiciones de posibilidad de la experiencia en general son al mismo tiempo condiciones de posibilidad de los objetos de la experiencia”. Heideggeriana: NiilismoEuropeu
¿Pero la re-presentatividad no es lo que es en el representar y por medio de él? ¿No se ha vuelto visible el re-presentar como la esencia fundamental de la subjetividad del subiectum? Ciertamente; pero con plenitud esencial sólo cuando reconocimos en qué medida la subjetividad no sólo se convirtió en fundamento determinante del ente como objetividad sino, al mismo tiempo, también en fundamento esencial del ente en su realidad efectiva (Wirklichkeit). Sólo si pensamos la entidad como realidad efectiva se abre una conexión con el efectuar (Wirken) y el llevar a efecto (Erwirken), es decir con el dar poder al poder (Ermächtigen) como esencia de la voluntad de poder. Así existe, en virtud de ello, una relación interna entre la entidad como subjetividad y la entidad como voluntad de poder. Pero tenemos que pensar que sólo en la metafísica de Leibniz la metafísica de la subjetividad lleva a cabo su comienzo decisivo. Todo ente es subiectum, mónada. Pero todo ente es también un obiectum determinado por el subiectum, es objeto. Mediante la subjetividad, la entidad del ente se vuelve ambigua. Ser quiere decir objetividad y al mismo tiempo, realidad efectiva; cada una ocupa el lugar de la otra, ambas se copertenecen. La esencia de la realidad efectiva es la eficacia (Wirksamkeit) (vis); la esencia de la objetividad en cuanto representatividad es la visualidad (idea). La interpretación del subiectum (de la substantia en cuanto monas) en el sentido de vis primitiva activa (eficacia) es puesta por Leibniz en referencia y en contraste con la distinción medieval de potentia y actus, de manera tal que la vis no es ni potentia ni actus sino ambas a la vez de modo más originario, como unidad de perceptio y appetitus. La distinción de potentia y actus remite a la de Aristóteles entre dynamis y energeia. Además, el propio Leibniz señala explícitamente en varias ocasiones la conexión entre la vis primitiva activa y la “entelequia” de Aristóteles. Heideggeriana: NiilismoEuropeu
¿Pero podríamos jamás determinar la esencia del hombre (su naturaleza) sin tomar en consideración la distinción de ser y ente? ¿Esta distinción se obtiene sólo como consecuencia de la naturaleza del hombre o bien la naturaleza y la esencia del hombre se determinan previa y simplemente sobre la base de esta distinción y a partir de ella? En el segundo caso, la distinción no sería un “acto” entre otros que el hombre, que ya estaría previamente, llevaría a cabo alguna vez, sino que, por el contrario, el hombre sólo podría ser como hombre en la medida en que se mantuviera en esa distinción, en la medida en que sea sustentado por ella. En ese caso, la esencia del hombre tendría que construirse sobre una “distinción”. ¿No es éste acaso un pensamiento fantasioso? ¿No es absolutamente fantasioso, puesto que esa distinción misma, de esencia indeterminada, estaría en cierto modo construida en el aire como un espejismo? Tenemos el presentimiento de que entramos aquí en la región, o quizás sólo en la región marginal más externa, de una pregunta decisiva que la filosofía hasta ahora ha eludido, aunque en el fondo ni siquiera ha podido eludirla, pues para ello tendría que haber encontrado previamente la pregunta por la distinción. Presentimos quizás que detrás de la confusión y la tensión que se extienden a propósito del “problema” del antropomorfismo está la citada pregunta decisiva, que, como todas las de su tipo, encierra en sí una determinada riqueza esencial de preguntas concatenadas entre sí. La plantearemos una vez más, limitándonos a lo más próximo para nuestra tarea: ¿Se funda toda metafísica en la distinción de ser y ente? ¿Qué es esta distinción? ¿Se funda esta distinción en la naturaleza del hombre o se funda la naturaleza del hombre en esta distinción? ¿Es esta alternativa insuficiente? ¿Qué quiere decir aquí fundar en cada uno de los casos? ¿Por que pensamos aquí en términos de fundar y preguntamos por el “fundamento”? ¿No es también esto, lo que tiene el carácter de fundamento, un rasgo esencial del ser? ¿Preguntamos por lo tanto en todos estos giros interrogativos por la relación del hombre con el ser, relación que en ninguna pregunta puede pasarse por alto pero a la que no ha llegado, sin embargo, ninguna pregunta? Porque siempre nos encontramos de inmediato obligados a tomar al hombre como algo dado a lo que después le atribuimos esa relación con el ser. A esto corresponde la inevitabilidad que posee el antropomorfismo, que mediante la metafísica de la subjetividad ha recibido incluso su justificación metafísica. ¿No se vuelve de este modo intangible la esencia de la metafísica como la región que no debe transgredir ningún preguntar filosófico? La metafísica sólo podrá a lo sumo referirse a sí misma, y de este modo satisfacer por su parte, en última instancia, la esencia de la subjetividad. Heideggeriana: NiilismoEuropeu
En el comienzo de la época moderna, la entidad del ente se transforma. La esencia de este comienzo histórico se basa en esta transformación. La subjetividad del subjectum (la substancialidad) se determina ahora como el representar que se representa. Ahora bien, el hombre, en cuanto ser racional, es en un sentido eminente el representar que representa. Por lo tanto, el hombre se convierte en el ente eminente (subjectum), es decir en “sujeto” en modo “decidido”. Mediante la aludida transformación de la esencia metafísica de la subjetividad, el nombre subjetividad adquiere y conserva en el futuro el sentido único de que el ser del ente consiste en el representar. La subjetividad en sentido moderno se destaca respecto de la substancialidad, que resulta finalmente superada en aquélla. Por ello, la exigencia decisiva de la metafísica de Hegel reza: “Según mi comprensión, que tiene que justificarse sólo por la exposición del sistema mismo, todo depende de captar y expresar lo verdadero no como substancia sino asimismo como sujeto (System der Wíssenschaft. Erster Teil, die Phänomenologie des Geistes (Sistema de la ciencia. Primera parte: La fenomenología del espíritu), 1807, pág. XX; Werke, II, 1832, pág. 14). La esencia metafísica de la subjetividad no se cumple con la “yoidad” ni menos aún con el egoísmo del hombre. El “yo” es siempre sólo una ocasión posible, y en ciertas situaciones la ocasión más próxima, en la que la esencia de la subjetividad se manifiesta y busca un abrigo para su manifestación. La subjetividad, en cuanto ser de todo ente, no es jamás sólo “subjetiva” en el mal sentido de lo que alude de modo casual a un yo singular. Heideggeriana: MetafisicaNietzsche
Pero la negación es lo contrario de la superación. Por eso, la esencia de la verdad en el sentido de desocultamiento tampoco puede nunca volver a introducirse en el pensamiento moderno, porque efectivamente ya siempre y aún está imperando, aunque transformada, trastocada, desfigurada y, por lo tanto, no reconocida. Como todo lo olvidado, la esencia así olvidada de la verdad no es una nada. Únicamente esto aquí olvidado lleva a la metafísica de la subjetividad incondicionada y acabada a colocarse, partiendo de su oculto inicio, en la extrema contraesencia de la determinación inicial de la verdad. Heideggeriana: MetafisicaNietzsche
La esencia de la verdad asumida y preservada, aunque más no sea en el completo olvido, por toda metafísica, es el hacer aparecer como desocultar de lo oculto: el desocultamiento. Por lo tanto la “justicia”, por ser el modo supremo de la voluntad de poder, es auténtico fundamento determinante de la esencia de la verdad. En la metafísica de la subjetividad incondicionada y acabada de la voluntad de poder, la verdad esencia (west) como “justicia”. Heideggeriana: MetafisicaNietzsche
Pero si el intento hecho aquí de señalar la unidad oculta de la metafísica de Nietzsche le da, no obstante, el nombre de metafísica de la subjetividad incondicionada y acabada de la voluntad de poder, ¿no se está forzando lo que Nietzsche había evitado: la clasificación histórica hecha desde afuera, que sólo mira hacia atrás, o más aún, el siempre funesto y fácilmente maligno cómputo historiográfico? ¡Y esto, además, sobre la base de un concepto de metafísica que el pensamiento de Nietzsche ciertamente satisface y confirma, pero no fundamenta ni proyecta en ninguna parte! Heideggeriana: MetafisicaNietzsche
Si la metafísica de Nietzsche es caracterizada como la metafísica de la voluntad de poder, ¿no adquiere prioridad una expresión fundamental? ¿Por qué precisamente ésa? ¿Se basa la preeminencia de esa expresión fundamental en que la metafísica de Nietzsche es experimentada aquí como la metafísica de la subjetividad incondicionada y acabada? ¿Si la metafísica es, en general, la verdad del ente en cuanto tal en su totalidad, por qué no habría de caracterizar a la metafísica de Nietzsche la expresión “justicia”, que nombra el rasgo fundamental de la verdad de esa metafísica? Nietzsche desarrolló expresamente la esencia de justicia sobre la base de la voluntad de poder sólo en las dos notas comentadas, que él mismo nunca publicó. No declaró nunca a la nueva justicia como el fundamento determinante de la esencia de la verdad. Pero en la época en que redacta esas dos interpretaciones de la esencia de la justicia, Nietzsche sabe una cosa: que hasta entonces una comprensión decisiva no había alcanzado nunca en él una verdadera claridad. En el fragmento de un prefacio (1885-1886) a la obra Humano, demasiado humano (1878) en el que se ofrece una mirada retrospectiva, escribe lo siguiente: “Tardíamente sucedió que me di cuenta de qué me faltaba en realidad por completo: la justicia. “¿Qué es justicia? ¿Y es posible? ¿Y si no fuera posible, cómo podría soportarse la vida?”: así me preguntaba de modo incesante. En cualquier lado en que escarbara dentro mío me angustiaba profundamente encontrar sólo pasiones, sólo perspectivas desde un cierto ángulo, sólo la irreflexividad de aquello a lo que le faltan ya las condiciones previas para la justicia: ¿pero dónde estaba el discernimiento?; es decir, el discernimiento que proviene de una comprensión más abarcadora.” (XIV, 385 s.) Heideggeriana: MetafisicaNietzsche
Metafísica es la verdad del ente en cuanto tal en su totalidad. La metafísica de la subjetividad incondicionada y acabada piensa, sin decirlo, la esencia de sí misma, o sea la esencia de la verdad, como justicia. La verdad del ente en cuanto tal en su totalidad es, de acuerdo con ello, verdad sobre el ente, pero de manera tal que su propia esencia es decidida desde el carácter fundamental del ente por medio de la voluntad de poder en cuanto constituye su forma suprema. Heideggeriana: MetafisicaNietzsche