ilusión

Además, si se observa con más atención, la nada se revela como la negación del ente. Negación, decir no, decir que no, es el caso contrario de la afirmación. Ambas son las formas básicas del juicio, de la enunciación, del logos apophantikos. En cuanto resultado de la negación, la nada tiene un origen “lógico”. El hombre necesita, por cierto, de la “lógica” para pensar de manera correcta y ordenada, pero lo que sólo se piensa no por ello es necesariamente, es decir, no aparece, en la realidad como algo real. La nada que proviene de la negación, del decir no, es una mera construcción del pensamiento, lo más abstracto de lo abstracto. La nada es simple y absolutamente “nada”, por lo tanto lo más nulo, y por lo tanto lo que no merece más atención ni consideración. Si la nada no es nada, si no hay nada, tampoco el ente puede hundirse en la nada y todo diluirse en ella; tampoco puede existir el proceso de convertirse en nada. Entonces el “nihilismo” es una ILUSIÓN. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

Por eso Nietzsche designa explícitamente al “pesimismo” (n. 9; 1887) como la “forma previa del nihilismo” (cfr. n. 37: “Desarrollo del pesimismo al nihilismo). Pero al igual que este último, también el pesimismo es ambivalente. Hay un pesimismo que nace de la fuerza y que existe como fuerza; pero hay también un pesimismo que nace de la debilidad y que existe como debilidad. Aquel no se hace ninguna ILUSIÓN, ve lo peligroso, no quiere encubrimientos: dirige con frialdad su mirada hacia las fuerzas y poderes que provocan un peligro; pero también conoce las condiciones que, a pesar de todo, aseguran un dominio de las cosas. El pesimismo de la fuerza tiene, por lo tanto, su lugar en la “analítica”. Nietzsche no entiende con ella una disolución en el sentido de un desmembramiento y desgajamiento, sino la exposición de lo que “es”, un indicar las razones por las cuales el ente es tal como es. El pesimismo como debilidad y declinación, en cambio, no ve por todas partes más que lo sombrío, proporciona para todo una razón del fracaso y presume de ser la actitud que sabe siempre de antemano lo que pasará. El pesimismo que nace de la debilidad busca “comprender” todo y explicarlo historiográficamente, disculparlo y dejarlo valer. Para todo lo que sucede ya ha descubierto inmediatamente algo análogo ocurrido anteriormente. El pesimismo como declinación se refugia en el “historicismo” (cfr. n.10). El pesimismo que tiene su fuerza en la “ analítica” y el pesimismo que se enreda en el “historicismo” se oponen del modo más extremo. Hay “pesimismo” y “pesimismo”. Por lo tanto, por medio del pesimismo y de su ambivalencia salen a la luz y adquieren preponderancia posiciones “extremas”. Con ello, el “estadio intermedio” provocado por la desvalorización de los valores supremos válidos hasta el momento gana en claridad y constricción. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

¿Pero hay en general algo así como una consideración de la historia que no sea unilateral, una consideración que la abarque por todos sus lados? ¿No tiene cada presente que ver e interpretar el pasado desde su círculo visual? ¿No se vuelve “más vivo” su conocimiento historiográfico cuanto más decididamente asume su función directiva el respectivo círculo visual del respectivo presente? El propio Nietzsche, en una de sus obras tempranas, en la segunda de sus Consideraciones intempestivas, bajo el título “De la utilidad y el perjuicio de la historia para la vida”, ¿no ha exigido acaso y fundamentado con la mayor insistencia que la historiografía debe servir a la vida, y que sólo puede hacerlo si previamente se libera de la ILUSIÓN de una pretendida “objetividad en sí” historiográfica? Si esto es así, nuestra indicación de que Nietzsche interpreta la historia de la metafísica desde su propio planteamiento como una historia de la posición de valores difícilmente puede servir de objeción y reparo, ya que no hace más que confirmar la autenticidad de su pensar histórico. Podría ser, incluso, que con la interpretación nietzscheana de la metafísica desde el pensamiento del valor se “comprendiera mejor” a la metafísica anterior de lo que ella misma podía comprenderse, en la medida en que sólo esa interpretación le concedería la palabra para decir lo que había querido pero aún no había podido decir. Si fuera así, la concepción de Nietzsche de las categorías y de las categorías de la razón como valores supremos y en general, como “valores” no sería una deformación de la realidad histórica sino más bien la liberación de los valores metafísicos anteriores hacia su auténtico contenido creativo o, por lo menos, un enriquecimiento del mismo. Si, además, el fundamento de la concepción nietzscheana de toda metafísica, la interpretación del enteente en su totalidad como voluntad de poder, se moviera totalmente en los cauces del pensamiento metafísico anterior y llevara a su acabamiento su pensamiento fundamental, entonces la “imagen de la historia” de Nietzsche estaría en todo aspecto justificada y se mostraría como la única posible y necesaria. Pero en ese caso no habría ya ninguna escapatoria ante la tesis de que la historia del pensar occidental se desarrolla como una desvalorización de los valores supremos y que, de acuerdo con este volverse nulos de los valores y con la caducidad de los fines, es y tiene que volverse “nihilismo”. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

Sin embargo, nos haríamos demasiado fácil la confrontación con la posición metafísica fundamental de Nietzsche y dejaríamos todo a medias si siguiéramos esa disolución de ser y verdad sólo en el respecto mencionado. Los enredos de los que Nietzsche ya no logra salir se ven cubiertos en un primer momento por el sentimiento básico de que todo está sostenido por la voluntad de poder y es por ella necesario y está por lo tanto justificado. Esto se expresa en que Nietzsche puede decir al mismo tiempo: la “verdad” es apariencia y error, pero, en cuanto error es sin embargo un “valor”. El pensar en términos de valores oculta el derrumbe de la esencia de ser y verdad. El pensamiento de los valores es él mismo una “función” de la voluntad de poder. Cuando Nietzsche dice: el concepto de “yo” y por lo tanto el de “sujeto” son un invento de la “lógica”, tendría que rechazar la subjetividad como “ILUSIÓN”, por lo menos allí donde se la reivindica como realidad fundamental de la metafísica. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

No sólo requerimos, en términos absolutos, de la analítica, sino que siempre tenemos, por así decir, que hacernos la ILUSIÓN de que la tarea de cada momento es la absolutamente única y necesaria. Sólo quien entiende este arte de existir, consistente en tratar en su acción lo empuñado en cada momento como lo absolutamente único, pero teniendo, al hacerlo, claridad sobre la finitud de este obrar, sólo ése comprende la existencia finita y puede tener esperanza de llevar en ésta algo a cumplimiento. Este arte de existir no es la autorreflexión, la cual es una caza descomprometida para desemboscar motivos y complejos, con los cuales uno se procura una tranquilidad y una dispensa de actuar, sino que es únicamente la claridad del actuar mismo, la caza de posibilidades genuinas. Heideggeriana: Transcendencia ANEXO

Pero, ¿hasta dónde es el habla “el más peligroso de los bienes”? Es el peligro de los peligros, porque empieza a crear la posibilidad de un peligro. El peligro es la amenaza del ser por el ente. Pero el hombre expresado en virtud del habla es un Revelado a cuya existencia como ente asedia e inflama, y como no-ente engaña y desengaña. El habla es lo que primero crea el lugar abierto de la amenaza y del error del ser y la posibilidad de perder el ser, es decir, el peligro. Pero el habla no es sólo el peligro de los peligros, sino que encierra en sí misma, para ella misma necesario, un peligro continuo. El habla es dada para hacer patente, en la obra, al ente como tal y custodiarlo. En ella puede llegar a la palabra lo más puro y lo más oculto, así como lo indeciso y común. La palabra esencial, para entender y hacerse posesión más común de todos, debe hacerse común. Respecto a esto se dice en otro fragmento de Hölderlin: “Tú hablas a la divinidad, pero todos han olvidado que siempre las primicias no son de los mortales, sino que pertenecen a los dioses. Los frutos deben primero hacerse más cotidianos, más comunes, para que se hagan propios de los mortales” ( IV, 238 ). Lo puro y lo común son de igual manera un dicho. La palabra como palabra no ofrece nunca inmediatamente la garantía de que es una palabra esencial o una ILUSIÓN. Al contrario una palabra esencial, a menudo toma, en su sencillez, el aspecto de inesencial. Y lo que, por otra parte, da la apariencia de esencial por su atavío es sólo una redundancia o repetición. Así, el habla debe mantenerse siempre en una apariencia creada por ella misma, y arriesgar lo que tiene de más propio, el decir auténtico. Heideggeriana: EssenciaPoesia

El verdadero sistema de la ciencia reside en la síntesis del proceder anticipador y la actitud que hay que tomar en relación con la objetivación de lo ente resultante de las planificaciones correspondientes. La ventaja que se le exige a este sistema no es una unidad de relación cualquiera de los sectores de objetos, bien calculada y rígida, sino la movilidad más grande posible, libre aunque regulada, en la transformación o reiniciación de las investigaciones en las tareas rectoras correspondientes. Cuanto más exclusivamente se reduzca la ciencia a la puesta en marcha y control de su modo de trabajo, tanto más libres de toda ILUSIÓN se concentrarán estas empresas en centros e institutos de investigación especializados y de modo tanto más irresistible alcanzarán las ciencias la consumación de su esencia moderna. Pero cuanto más en serio y de modo más incondicionado procedan la ciencia y los investigadores con la figura moderna de su esencia, de modo tanto más evidente e inmediato se pondrán a sí mismos al servicio de la utilidad general, mientras que también se verán tanto más obligados a retirarse sin reservas al público anonimato que acompaña a todo trabajo útil para la generalidad. Heideggeriana: ImagemMundo

Puesto que el hombre, siendo un ente, se comporta respecto del ente en su totalidad y, al hacerlo, trata y se ocupa en cada caso de un ámbito del ente y, dentro de él, de este o aquel ente en particular, la verdad, implícita o explícitamente, es exigida, apreciada y venerada. Por lo tanto, podría captarse la esencia metafísica del hombre con la proposición: el hombre es el venerador pero por consiguiente también el negador de la verdad. Por ello, la concepción nietzscheana de la verdad resulta iluminada como por el centelleo repentino de un rayo por unas palabras que dice sobre la veneración de la verdad. En una nota del año 1884, en el que comienza conscientemente la configuración del pensamiento de la voluntad de poder, apunta Nietzsche: “que la veneración de la verdad es ya la consecuencia de una ILUSIÓN” (La voluntad de poder, n. 602). Heideggeriana: VontadePoder

Qué se dice con esto? Nada menos que: la verdad misma es una “ILUSIÓN”, una simulación; pues sólo así puede ser la veneración de la verdad la consecuencia de una alusión”. Pero si en nuestra “vida” está viva una voluntad de verdad, y vida significa acrecentamiento de la vida, “realización” cada vez más alta de la vida y por lo tanto vitalización de lo real, entonces la verdad, si sólo es “ILUSIÓN”, “imaginación”, o sea algo no real, se convertirá en una desrealización, en la inhibición y en la aniquilación de la vida. La verdad no es, entonces, una condición de la vida, no es un valor, sino un disvalor. Heideggeriana: VontadePoder

¿Pero qué sucede si se derrumban todas las barreras entre la verdad y la falsedad y todo vale igual, es decir, todo es igualmente nulo? Entonces el nihilismo se torna realidad. Quiere acaso Nietzsche el nihilismo o quiere precisamente reconocerlo como tal y superarlo? Quiere la superación. Por lo tanto, si la voluntad de verdad perteneciera a la vida, la verdad, en la medida en que su esencia no deja de ser ILUSIÓN, no podrá evidentemente ser el valor supremo. Tiene que haber un valor, una condición del acrecentamiento perspectivista de la vida, que tenga más valor que la verdad. Heideggeriana: VontadePoder

Efectivamente, Nietzsche dice: “que el arte tiene más valor que la verdad” (n. 853, IV;1887-1888). Sólo el arte garantiza y asegura perspectivistamente la vida en su vitalidad, es decir en sus posibilidades de acrecentamiento, y lo hace contra el poder de la verdad. De ahí la afirmación de Nietzsche: “Tenemos el arte para no perecer a causa de la verdad” (n. 882; 1888). El arte es un “valor” más alto, es decir una condición perspectivista de la “vidamás originaria que la verdad. El arte es comprendido aquí metafísicamente como una condición del ente, no sólo de modo estético como placer, no sólo de modo biológico-antropológico como expresión de una vida o de una humanidad determinada, no sólo de modo político como testimonio de una posición de poder. Todas estas interpretaciones del arte que han aparecido en la historia metafísica de occidente son ya sólo consecuencias esenciales de la determinación metafísica que formula Nietzsche y que estaba ya prefigurada desde un comienzo en el pensar metafísico (cfr. la Poética de Aristóteles). El arte se encuentra en oposición metafísica a la verdad, considerada como ILUSIÓN. Heideggeriana: VontadePoder

¿Pero cómo: no representa precisamente el arte lo no-real, no es él precisamente “ILUSIÓN” en sentido propio, una apariencia bella, si se quiere, pero en todo caso una apariencia? ¿No se considera en las usuales teorías del arte que lo “ilusionista” es la esencia de todo arte? ¿Cómo puede entonces el arte levantarse y combatir contra el poder destructor que posee la verdad por ser una ILUSIÓN si su esencia es la misma? ¿O son acaso arte y verdad sólo diferentes tipos de ILUSIÓN? ¿No se convierte entonces todo en “ILUSIÓN”, en apariencia, en nada? No debemos esquivar la pregunta. Desde un principio tenemos que llegar a ver qué alcance tiene la caracterización que hace Nietzsche de la verdad como una ILUSIÓN. Pues el primer paso hacia el pensar consiste en hacer frente a las auténticas exigencias del pensamiento. Heideggeriana: VontadePoder

La verdad: una ILUSIÓN, palabras terribles, pero no meras palabras ni meros modos de hablar de un escritor presuntamente extravagante, sino quizás ya historia, la historia más real, y no sólo desde ayer ni sólo para mañana. ¿La verdad, siempre sólo una apariencia? ¿Y el conocimiento siempre meramente la fijación de una apariencia, el encontrar refugio en algo aparente? Con qué poca frecuencia nos animamos a perseverar en esta pregunta, es decir a preguntarla en profundidad y a asentarnos allí donde comienza el pensar pensante. Que esto ocurra con tan poca frecuencia ni siquiera tiene su razón en la acostumbrada desidia y superficialidad del hombre, sino más bien en la laboriosidad y superioridad de la sagacidad filosófica y de lo que se tiene por tal. En efecto, ante una frase del tipo de la citada se tiene inmediatamente preparada la defensa con una argumentación aniquiladora. El señor Nietzsche dice que la verdad es una ILUSIÓN. Pues bien, si quiere ser “consecuente” — y no hay nada que vaya más allá de la “consecuencia” — también la frase de Nietzsche sobre la verdad es una ILUSIÓN y por lo tanto no precisamos seguir ocupándonos de él. Heideggeriana: VontadePoder

La vacía sagacidad que presume con este tipo de refutaciones da la impresión de que ya todo estuviera liquidado. En su refutación de la frase de Nietzsche sobre la verdad como ILUSIÓN se olvida, sin embargo, de algo, de que si la frase de Nietzsche es verdadera, no sólo su propia frase, al ser verdadera, se convierte en ILUSIÓN, sino que con la misma necesidad también tiene que ser una “ILUSIÓN” la consecuencia verdadera proferida como refutación de Nietzsche. Pero el defensor de la sagacidad, que entretanto se ha vuelto aún más inteligente, replicará que entonces también será una ILUSIÓN nuestra caracterización de su refutación como una ILUSIÓN. Por supuesto, y la refutación mutua podría continuarse sin fin para confirmar continuamente aquello de lo que ya se ha hecho uso en el primer paso: que la verdad es una ILUSIÓN. A esta frase, los artificios refutativos de la mera sagacidad no sólo no la conmueven, sino que ni siquiera la tocan. Heideggeriana: VontadePoder

1) Este tipo de refutaciones tiene la dudosa distinción de estar en el vacío y carecer de base. La proposición “la verdad es una ILUSIÓN” es aplicada a sí misma tomándola como una verdad más entre otras, sin reflexionar sobre lo que podría querer decir aquí ILUSIÓN, sin preguntar de qué modo y por qué razón la “ILUSIÓN” en cuanto tal podría estar en conexión con la esencia de la verdad. Heideggeriana: VontadePoder

La proposición nietzscheana según la cual la verdad es ya la consecuencia de una ILUSIÓN, así como la que se encuentra a su base y que afirma que la verdad es una ILUSIÓN, o incluso la ILUSIÓN, suenan ciertamente arbitrarias y extrañas. Y no sólo deben sonar así, sino que tienen que ser extrañas y terribles, porque en cuanto proposiciones pensantes hablan de aquello que acontece oculto, siempre sustraído al dominio de lo público. Por eso será necesario aún otorgarle su peso justo a esta primera referencia al pensamiento fundamental de Nietzsche sobre la esencia del conocimiento y de la verdad. Esto ocurrirá mostrando que la determinación nietzscheana de la esencia de la verdad no es la afirmación extravagante y sin fundamento de una persona que se desvive por mostrar su originalidad a cualquier precio, sino que la determinación de la esencia de la verdad como “ILUSIÓN” está en una conexión esencial con la interpretación metafísica del ente y es, por lo tanto, tan antigua e inicial como la metafísica misma. Heideggeriana: VontadePoder

Cuando Nietzsche dice que la verdad es “ILUSIÓN”, su sentencia significa lo mismo que dice Heráclito, y sin embargo no significa lo mismo. Significa lo mismo en la medida en que la sentencia de Nietzsche, tal como se mostrará, aún supone la interpretación inicial del ente en su totalidad como physis; no significa lo mismo en la medida en que entretanto, sobre todo a través del pensamiento moderno, la inicial interpretación griega del ente se ha transformado esencialmente, manteniéndose sin embargo en esta transformación. No debemos interpretar a Heráclito con el auxilio del pensamiento fundamental de Nietzsche ni comprender la metafísica de Nietzsche simplemente desde Heráclito y declararla “heraclítea”; por el contrario, sólo si vemos, o mejor, si atravesamos el abismo que se abre entre los dos como historia del pensar occidental se revelará su oculta copertenencia histórica. Sólo entonces podremos sopesar en qué sentido ambos pensadores, uno en el inicio, otro en el final de la metametafísica occidental, tenían que pensar “lo mismo”. Heideggeriana: VontadePoder

Por eso, sólo tiene un interés historiográfico saber que Nietzsche “conocía” a Heráclito y lo apreció más que a nadie a lo largo de toda su vida, ya desde muy temprano, cuando aún se ocupaba exteriormente de sus tareas de profesor de filología clásica en Basilea. Filológico-historiográficamente quizás hasta podría demostrarse que la concepción nietzscheana de la verdad como “ILUSIÓN” “proviene” de Heráclito, o dicho con más claridad: que al leerlo lo había plagiado. Dejamos a los historiógrafos de la filosofía la satisfacción por el descubrimiento de este tipo de relaciones de plagio. Incluso suponiendo que Nietzsche hubiera tomado su determinación de la verdad como “ILUSIÓN” de aquella sentencia de Heráclito, queda siempre la pregunta de por qué se detuvo precisamente en Heráclito, cuya “filosofía” no era en aquel entonces de ninguna manera tan apreciada como se ha vuelto, por lo menos como moda exterior, desde Nietzsche. Se podría aún responder a esta pregunta indicando que ya cuando era estudiante de bachillerato Nietzsche admiraba especialmente al poeta Hölderlin, en cuyo Hyperion se alaban pensamientos de Heráclito. Pero la misma pregunta se plantea nuevamente: por qué apreciaba tanto precisamente a Hölderlin, en una época en que generalmente sólo se lo conocía de nombre y como un romántico fracasado. Con esta historiográfica ciencia de detectives dedicada a rastrear dependencias no avanzamos absolutamente nada, es decir no avanzamos jamás en dirección de lo esencial sino que sólo nos enredamos en parecidos y relaciones extrínsecas. Era necesario, sin embargo, aludir a lo superficial que resulta este proceder porque se suele designar al pensar nietzscheano como heraclíteo, pretendiendo que, con citar este nombre, ya se ha pensado algo. Pero ni Nietzsche es el Heráclito de finales del siglo XIX ni Heráclito un Nietzsche de la época de la filosofía pre-platónica. Por el contrario, lo que “es” , lo que aún acontece en la historia occidental — en la anterior, en la nuestra y en la próxima — es el poder de la esencia de la verdad, en el sentido de que en ella se muestra el ente en cuanto tal y en consecuencia, es aprehendido como eso que se representa en el re-presentar, representar que se comprende generalmente como pensar. Lo que es y lo que acontece consiste en la extraña circunstancia de que en el comienzo del acabamiento de la modernidad la verdad se determina corno “ILUSIÓN”, determinación en la que las decisiones fundamentales del inicio se transforman, pero ejercen el dominio de manera no menos decidida. Heideggeriana: VontadePoder

Nuestro propósito sigue siendo pensar el pensamiento único de Nietzsche, el pensamiento de la voluntad de poder, y hacerlo en primer lugar por la vía de una meditación sobre la esencia del conocimiento. Si para Nietzsche el conocimiento es voluntad de poder, una visión suficientemente clara de la esencia del conocimiento alumbrará también la esencia de la voluntad de poder. Pero al conocimiento se lo considera una captación de lo verdadero. La verdad es lo esencial del conocimiento. De acuerdo con ello, la esencia de la verdad también tiene que mostrar sin velos la esencia de la voluntad de poder. La sentencia de Nietzsche sobre la verdad decía, abreviadamente: la verdad es una “ILUSIÓN”. Para dar aún más intensidad y amplitud a esta determinación esencial de la verdad, anticipemos ya una segunda frase de Nietzsche: “La verdad es la especie de error sin la cual una determinada especie de seres vivientes no podría vivir.” (La voluntad de poder, n. 493; 1885) Heideggeriana: VontadePoder

¿Verdad: “ILUSIÓN”, verdad: “una especie de error”? Nuevamente estamos a punto de sacar la conclusión de que entonces todo es error y que por lo tanto no vale la pena preguntar por la verdad. No, replicaría Nietzsche: precisamente porque la verdad es ILUSIÓN y error, precisamente por ello hay “verdad”, por ello la verdad es un valor. ¡Extraña lógica! Ciertamente, pero primero intentemos comprender, antes de instalar a nuestro entendimiento demasiado lineal como juez para condenar esta doctrina de la verdad aún antes de que haya, llegado al oído interno. Heideggeriana: VontadePoder

Pero si es así, la muy extraña determinación de la esencia dada por Nietzsche y que hemos anticipado aparece bajo una luz peculiar. La sentencia nietzscheana: la verdad es una ILUSIÓN, la verdad es una especie de error, tiene como su presupuesto más íntimo, y por ello ni siquiera expreso, aquella caracterización tradicional y nunca infringida de la verdad como corrección del representar. Sólo que para Nietzsche este concepto de verdad se transforma de una manera peculiar e inevitable, o sea, de ningún modo arbitraria. En qué consiste esta transformación nos lo dice la primera frase del n. 507. Desde un punto de vista gramatical, el fragmento no comienza con una proposición sino con un lema que señala de un modo simple, preciso y completo la posición que tiene Nietzsche respecto de la concepción tradicional de la verdad y que le sirve a él mismo de indicador para su razonamiento. De acuerdo con ella, la verdad es, en su esencia, una “estimación de valor”. Estimación de valor quiere decir: apreciar algo como valor y ponerlo como tal. Pero valor (de acuerdo con la frase antes señalada) significa condición perspectivista del acrecentamiento de la vida. La estimación de valor es llevada a cabo por la vida misma y en especial por el hombre. La verdad, en cuanto estimación de valor, es algo que lleva a cabo “la vida”, que lleva a cabo el hombre y que por lo tanto pertenece al ser-hombre mismo. (Por qué y en qué medida es una pregunta que queda abierta.) Heideggeriana: VontadePoder

La verdad — si es en esencia estimación de valor — es equivalente a tener por verdadero. Al tener algo por algo y ponerlo como tal se lo denomina también juzgar. Nietzsche dice: “El juzgar es nuestra creencia más antigua, nuestro más acostumbrado tener-por-verdadero o por no-verdadero” (n. 531; 1885-1886). El juicio, el enunciado de algo sobre algo, es en la tradición de la metafísica occidental la esencia del conocimiento, del que forma parte el ser verdadero. Y tener algo por lo que es, re-presentarlo como lo que es de tal o cual manera, adecuarse en el representar a lo que surge y sale al encuentro — ésta es la esencia de la verdad como corrección. Por consiguiente, en la frase comentada que dice que la verdad es una estimación de valor, Nietzsche no piensa en el fondo otra cosa que: la verdad es corrección. Parece haberse olvidado totalmente de la sentencia que afirmaba que la verdad era una ILUSIÓN. Parece incluso estar en total coincidencia con Kant, que en su Critica de la Razón Pura advierte en una ocasión que allí se “concede y presupone” la explicación de la verdad como “coincidencia del conocimiento con su objeto” (A 58, B 82). En pocas palabras: para Kant, la determinación de la verdad como corrección (en el sentido comentado) es intocable y está fuera de toda duda; y préstese atención, para Kant, que en su doctrina acerca de la esencia del conocimiento llevó a cabo el giro copernicano, según el cual el conocimiento no se debe regir por los objetos sino, a la inversa, los objetos por el conocimiento. Del mismo modo en que Kant explica la esencia general de la verdad, así piensan también los teólogos medievales y así piensan también Platón y Aristóteles acerca de la “verdad”. Nietzsche no sólo parece estar en armonía con esta tradición occidental, sino que lo está efectivamente; sólo por eso puede, más aún, tiene que diferenciarse de ella. La pregunta es por qué, y en qué sentido, piensa, sin embargo, la esencia de la verdad de un modo diferente. El lema acerca de la esencia de la verdad contiene por cierto como presuposición la posición implícita: verdad es corrección, pero dice además otra cosa, y esta otra cosa es esencial para Nietzsche; por eso la hace pasar inmediatamente al primer plano gracias al modo en que está construida y acentuada la frase: “La estimación de valor… “como esencia de la “verdad”.” Esto significa: la esencia de la verdad como corrección (la corrección como tal) es propiamente una estimación de valor. En esta interpretación de la esencia de la corrección (del concepto de verdad tradicional y obvio) se encuentra la visión metafísica decisiva de Nietzsche. Esto quiere decir: la esencia de la corrección no encuentra de ninguna manera su elucidación y fundamentación en el sentido de que se diga de qué modo el hombre, con las representaciones que tienen lugar en su conciencia y que son, por lo tanto subjetivas, podría regirse por los objetos presentes fuera de su alma, de qué modo podría franquearse el abismo entre el sujeto y el objeto para que fuera posible algo así como un “regirse por… Heideggeriana: VontadePoder

La representación de algo como ente en el sentido de lo consistente y fijo es una posición de valor. Elevar lo verdadero del “mundo” a algo en sí consistente, eterno e inalterable significa al mismo tiempo: trasladar la verdad a la vida como una condición necesaria de la misma. Pero si el mundo fuera siempre cambiante y pasajero, si tuviera su esencia en lo más pasajero de lo transitorio e inconsistente, la verdad en el sentido de lo consistente y fijo sería una mera fijación y una consolidación de lo que en sí deviene y esta fijación, medida respecto de lo que deviene, le seria inadecuada, no haría más que deformarlo. Lo verdadero, en el sentido de lo correcto, precisamente no se regiría por el devenir. La verdad sería entonces incorrección, error, una “ILUSIÓN”, aunque quizás una ILUSIÓN necesaria. Heideggeriana: VontadePoder

Con esto dirigimos por primera vez nuestra mirada en la dirección desde la que habla aquella extraña sentencia que afirma que la verdad es una ILUSIÓN. Al mismo tiempo vemos, sin embargo, que en esa sentencia se mantiene la esencia de la verdad entendida como corrección, donde corrección quiere decir: representar el ente en el sentido de adecuación a lo que “es”. En efecto, sólo si la verdad es en esencia corrección puede ser, de acuerdo con la interpretación de Nietzsche, in-corrección o ILUSIÓN. La verdad, en el sentido de lo verdadero, entendido como lo presuntamente ente en el sentido de lo consistente, fijo e inmutable sólo es una ILUSIÓN si el mundo “es” no un mundo ente sino un mundo “deviniente”. Un conocimiento que, en cuanto verdadero, toma algo “como ente en el sentido de consistente y fijo, se atiene” al ente y, sin embargo, no acierta con lo real: con el mundo en cuanto mundo en devenir. Heideggeriana: VontadePoder

Nietzsche expresa con frecuencia este pensamiento de un modo extremo y exagerado en la forma sumamente equívoca: “no hay “verdad”” (n. 616). Pero también aquí escribe verdad entre comillas. Esta “verdad” es, por su esencia, una “ILUSIÓN”, mas en cuanto tal ILUSIÓN es una condición necesaria de la “vida”. ¿Pero entonces hay “verdad”? Ciertamente, y Nietzsche sería el último en querer negarlo. Con ello, su sentencia de que no hay “verdad” dice algo más esencial: que la verdad no puede ser lo primaria y propiamente determinante. Heideggeriana: VontadePoder

¿Pero qué hay allí de ambiguo? A lo sumo podríamos decir: la determinación unívoca de la verdad como una especie de error va en contra del pensar cotidiano corriente, que discurre siempre por una sola vía; es, dicho en griego, un paradoxon. La siempre repetida interpretación de la verdad como error, como ILUSIÓN, como mentira, como apariencia, resulta más que unívoca. Sólo puede hablarse de ambigüedad cuando una y la misma cosa se piensa con un significado doble y diferente. Una ambigüedad esencial — que no se basa por lo tanto en una mera negligencia del pensar y el decir — existe sólo cuando es inevitable el doble significado de lo mismo. Heideggeriana: VontadePoder

La interpretación de la verdad como tener-por-verdadero mostró que el representar (Vorstellen) como poner-delante (Vor-stellen) es un poner-delante (Vor-stellen) de lo que embiste y de ese modo el volver consistente del caos. Lo verdadero de este tener-por-verdadero consolida lo que deviene, con lo que precisamente no corresponde con el carácter de devenir del caos. Lo verdadero de esta verdad es no correspondencia, no verdad, error, ILUSIÓN. Pero la caracterización de lo verdadero como una especie de error se funda en la adecuación de lo puesto-delante a lo que ha de fijarse. Incluso cuando lo verdadero propio del tener-por-verdadero es comprendido como lo no verdadero se pone aún como base la esencia más general de la verdad en el sentido de la omoiosis. Pero si se derrumba el “mundo verdadero” de lo en sí ente, y con él también la distinción respecto de un mundo sólo aparente, ¿no es arrastrada por ese derrumbe también la esencia más general de la verdad en el sentido de la omoiosis? De ninguna manera, antes bien sólo ahora llega esta esencia de la verdad a una exclusividad sin obstáculos. Heideggeriana: VontadePoder

Con interpretaciones de ese tipo a lo sumo se puede constatar en Nietzsche una nueva determinación de la esencia de la voluntad, sobre todo respecto de Schopenhauer. Las interpretaciones políticas del pensamiento fundamental nietzscheano favorecen al máximo el aplanamiento aludido, cuando no directamente la eliminación de la esencia de la voluntad de poder. Para ello resulta indiferente que las falsificaciones políticas alimenten el odio a lo alemán o estén al “servicio” del amor por lo alemán. El poder que mira lejos en torno, cuyo ejercicio de poder se lleva a cabo en el pensar constructivo, eliminante y aniquilador, es la “voluntad” de poder. Lo que quiera decir “poder” debe comprenderse desde la voluntad de poder, y lo que signifique “voluntad” tiene que comprenderse igualmente desde la voluntad de poder. La voluntad de poder no es el resultado de ensamblar “voluntad” y “poder”, sino que, al contrario, “voluntad” y “poder” nunca dejan de ser fragmentos conceptuales artificialmente desgajados de la esencia originariamente unitaria de la “voluntad de poder”. Que esto es así lo deducimos fácilmente del modo en el que Nietzsche determina la esencia de la voluntad. Si se observa con exactitud, niega siempre toda determinación de una esencia de la voluntad que estuviera de algún modo separada. En efecto, continuamente insiste en que “voluntad” es meramente una palabra que no hace más que ocultar en su simplicidad fonética una esencia en sí múltiple. Tomada por sí, la “voluntad” es algo inventado; no hay algo así como “voluntad”: “Me río de vuestra voluntad libre, y también de vuestra voluntad no libre: ILUSIÓN es para mí lo que llamáis voluntad, la voluntad no existe.” (XII, 267; de la época del Zaratustra) / “En el comienzo está la gran fatalidad del error de que la voluntad es algo que actúa, que la voluntad es una facultad… Hoy sabemos que es sólo una palabra… (Ocaso de los ídolos; VIII, 80) Heideggeriana: VontadePoder

En su zona, la de los objetos, el saber vinculante de la ciencia ha aniquilado ya las cosas como cosas mucho antes de que hiciera explosión la bomba atómica. La explosión de ésta no es más que la más burda de entre las burdas confirmaciones de que la cosa ha sido aniquilada, algo que ha sucedido ya hace mucho tiempo: la confirmación del hecho de que la cosa, en cuanto cosa, es algo nulo. La cosidad de la cosa permanece oculta, olvidada. La esencia de la cosa no accede nunca a la patencia, es decir, al lenguaje. Esto es lo que queremos decir cuando hablamos de la aniquilación de la cosa como cosa. Esta aniquilación es tan inquietante porque lleva consigo una doble ceguera: por un lado, la opinión de que la ciencia, de un modo previo a toda otra experiencia, acierta con lo real en su realidad; por otro, la ILUSIÓN de que sin perjuicio de la indagación científica de lo real, las cosas pudieran seguir siendo cosas, lo que supondría que ellas eran ya siempre cosas que esencian. Pero si las cosas se hubieran mostrado ya siempre como cosas en su cosidad, entonces la cosidad de la cosa se hubiera revelado. Ésta hubiera interpelado al pensar. Pero en realidad, la cosa, como cosa, sigue estando descartada, sigue siendo algo nulo y, en este sentido, está aniquilada. Esto ocurrió y ocurre de un modo tan esencial, que no es que a las cosas ya no se les permita ser cosas sino que las cosas todavía no han podido aparecer nunca al pensar como cosas. Heideggeriana: Coisa1949