esencia de la conciencia

“Conciencia” es el nombre no del todo claro por conscientia, es decir, para el saber que consabe todos los modos de conducirse del hombre, en tanto están referidos a la mens, al “espíritu”. El “espíritu” se expresa a sí mismo como mismo, en tanto dice “yo”. En tanto la conciencia como consaber de lo sabido y de su saber “es” la referencia a sí mismo, es autoconciencia. La esencia de la conciencia es la autoconciencia; todo cogito es un ego cogito me cogitare. También el videre y ambulare es un cogitare, en tanto sólo son verdaderos, es decir, son en certeza, en el modo del cogitatum en el cogito me videre, cogito me ambulare. Por ello Descartes dice en § 9 de la primera parte de los Principia philosophieae (1646): Cogitationes nomine, intelligo fila omnia, quae nobis consciis in nobis fiunt, quatenus eorum in nobis conscientia est. “Bajo el nombre ‘pensamiento’ (’conciencia’) entiendo todo aquello que en nosotros, quienes nos consabemos, acaece y a saber acaece en tanto de todo aquello en nosotros hay una conciencia”. 7792 Heideggeriana: HegelFenomenologia

Pero si entendemos, según el modo de representación diario, al conocimiento como curso, y escuchamos aquí acerca del curso de la conciencia hacia su verdad esencial, es decir, hacia el espíritu, entonces podemos de hecho concebir todo esto “desde el punto de vista” de la conciencia natural como un “camino del alma” al espíritu absoluto. El curso es entonces un itinerarium mentís in Deum (Buenaventura). De hecho, todos los intentos de interpretar la “Fenomenología del espíritu” de Hegel han concebido también, hasta ahora, a ésta en el sentido de un curso que recorre la “conciencia natural”. Sólo que Hegel dice expresamente (parágrafo 5) que se “puede” concebir así la Fenomenología del espíritu desde el punto de vista de la conciencia natural, no filosófica. Pero con ello se dice, justamente, que esta concepción es filosóficamente no verdadera. Pues no se trata de un camino, que se encontrara ante la conciencia natural y que como caminante lo recorriera en dirección al absoluto. Antes bien, el curso mentado por Hegel es el curso que sigue el mismo absoluto, de tal modo que en este curso anda su camino y su objetivo, la verdad de su aparecer completo. En ello la conciencia natural se muestra como un saber, que aún no ha realizado en sí la verdad del saber y que por ello tiene que abandonar su obstinación. Pero aquí se abre paso renovadamente la opinión diaria y concibe este camino de la conciencia hacía su verdad y certeza al modo de Descartes, como un camino de la duda. Mas éste va en búsqueda, a lo sumo, después de recorrer lo dudoso, de tener nuevamente la cosa en la mano y en la certidumbre, como estaba antes del asomo de duda. El camino de la duda se anquilosa simplemente en la certeza, que la duda, como fe en sí misma y en su derecho, ya presupone. Pero el curso del saber que aparece hacia su verdad esencial es un curso en el que ya el primer paso piensa más allá de la esencia de la conciencia, pero haciendo esto tiene que reconocer que la esencia concebida en primer lugar, tomada en sí, no ofrece ninguna esperanza de llevar el absoluto en su verdad, es decir, absuelto y absolvente, a aparición. El primer paso en el curso del absoluto que se lleva a aparición exige un próximo, del cual rige lo mismo, y ello hasta que el todo de las figuras esenciales de la conciencia no se absuelva y sólo en la absolución sea absoluto. El curso del saber que aparece es entonces de paso en paso más bien un “camino de la desesperación” (parágrafo 6, WW II, 63). Aunque los grados precedentes tienen que ser abandonados, sin embargo tienen a su vez que ser conservados, el absolver no ha de ser una pérdida sino la única forma de alcanzar el absoluto. Pero “el camino de la desesperación” sería sólo un camino sin perspectiva, en el cual precisamente nada (habría) ni nunca más aparecería algo. El continuo abandonar absolvente de los grados anteriores es por ello necesariamente un entrar en ellos, a fin de que la correspondiente figura esencial de la conciencia pueda ser asumida; pues recién como en suma asumidas pueden en el proceso ser conservadas. El curso del saber que aparece es un sobreasumir (Aufheben) las figuras de su esencia que llegan a aparecer. Y “sobreasumir” es algo triple: las figuras recorridas de la conciencia son no sólo respectivamente recogidas en el sentido de un tollere (levantar del suelo), son a la vez sobreasumidas en el sentido de un conservare (conservar) (y en el de un elevare). Este conservar es una tradición, en la que la conciencia entrega sus figuras recorridas mismas, en tanto en la sucesión esencial de su aparecer las toma y conserva y así las “sobreasume” en un doble sentido. De este modo la conciencia realiza, presentándose, su aparecer en una historia (Geschichte), que rige a la formación de su esencia de manera que en esta misma formación se sabe en la integridad de su aparecer. “La serie de sus configuraciones, que la conciencia recorre en este camino, es más bien la historia circunstanciada de la conformación de la conciencia misma en ciencia” (parágrafo 6, WW II, 64 medio). 7837 Heideggeriana: HegelFenomenologia

Pero esta crítica al pensamiento de Hegel formulada bastante a menudo aún por parte “filosófica” no piensa de ninguna manera filosóficamente. Pasa plenamente por alto el que la síntesis es lo fundamental y conductor, que desde la violencia de la elevación ante todo reinante está circunscrito el ámbito de lo que merece el conservare y que por ello exige un tollere. Para poder llevar a presentación el curso de la conciencia en su aparecer, el pensar presentativo tiene ante todo que pensar la síntesis y a partir de ella recién pensar la tesis y antítesis. Pero esta síntesis en tanto absoluta no es “hecha” por nosotros sino sólo realizada. Pues la síntesis y la elevation absoluta es ya como lo que Hegel nombra en el primer parágrafo de la “Introducción”, cuando dice dos cosas: El absoluto está ya en nosotros; el conocimiento es el rayo como el cual la verdad misma (el absoluto) nos toca. Sí se deja de atender a esto, en tanto se desconoce “la (absoluta) violencia” (WW II, 60), que reina ya en la esencia de la conciencia, entonces es vano todo intento de reflexionar acerca del curso de la conciencia y de saber la ley interna del proceso del curso. 7849 Heideggeriana: HegelFenomenologia

¿Hasta qué punto la conciencia como tal y por consiguiente en sí es reguladora de medida, de tal modo que da ya la medida adecuada a su esencia por el hecho de que es conciencia, es decir, de que “da a ella misma su regla de medida”? Hegel dice con circunspección, “a ella misma”, no: a sí misma, para expresar a través de esto que la conciencia no tiene que desarrollarse recién posteriormente y además desde sí. Hegel no sólo la piensa en el sentido de Descartes en general como autoconciencia, de tal modo que todo lo conciente es lo que es para un yo, es decir, algo que se opone (objeto) al representar. Piensa por anticipado la autoconciencia a la vez en sentido “trascendental” kantiano, es decir, atendiendo a la objetividad del objeto de la conciencia. Pero lo objetivo del objeto se funda en y se determina desde las funciones originariamente unientes (sintéticas) de la autoconciencia. Ellas determinan la objetividad del objeto, de tal modo que cada objeto como tal, es decir, con respecto a su objetividad, se tiene que medir en la autoconciencia, es decir, en la esencia de la conciencia. Este es el único sentido del pensamiento a menudo citado y también a menudo malentendido y citado sólo fragmentariamente, que Kant expresa en el Prefacio a la segunda edición de su “Crítica de la Razón pura” (B XVI), en cuanto compara su cuestionamiento trascendental con el cuestionar de Copérnico. Las proposiciones rezan: “Hasta ahora se aceptó que todo nuestro conocimiento tiene que orientarse según los objetos; pero todos los intentos de determinar a priori algo sobre ellos a través de conceptos, a través de lo cual nuestro conocimiento sería ampliado, se desbarataron bajo este supuesto. De allí que se intente una vez, si no, no progresaríamos más en las tareas de la metafísica, aceptando que los objetos tengan que orientarse según nuestro conocimiento, lo que ya concuerda con la anhelada posibilidad de un conocimiento de los mismos a priori, que debe fijar algo sobre los objetos, antes de que nos sean dados. Con esto sucede como con el primer pensamiento de Copérnico, quien después de que con la explicación de los movimientos del cielo no lograba salir tan bien cuando admitía que todo el ejército de estrellas giraba en torno al espectador, intentó si no resultaba mejor si hacía girar el espectador y por el contrario (dejaba) las estrellas en calma”. 7866 Heideggeriana: HegelFenomenologia

Esta comparación para nada suena a “subjetivismo” en el sentido del pensar común. El espectador ha de girar en torno a las estrellas, no éstas en torno al espectador. Lo menciona Kant, para dilucidar su propio cuestionamiento a través de la comparación con el giro copernicano. ¿Pero dice Kant, sin embargo, que los objetos deben orientarse según nuestro conocimiento, por lo tanto las estrellas según el espectador? No — leamos con precisión. Dice: Los objetos deben orientarse “según nuestro conocimiento”, es decir, según la esencia de la conciencia. Esto quiere decir: Kant deja al ente en sí en calma y lo determina, no obstante, de tal modo que hace girar el aparecer y con ello el observador que representa a lo que aparece, en torno a la cosa misma. No quiere decir: este árbol aquí como árbol tendría que orientarse según lo que aquí pienso de él, sino: el árbol como objeto tiene la esencia de su objetividad en lo que previamente pertenece a la esencia de la objetividad. Ésta es la medida para el objeto; es decir, la originaria unidad de la autoconciencia y de su representar uniente es la regla de medida dada en la esencia de la autoconciencia para lo consiente como tal. Hegel dice: la conciencia se da a sí misma su regla de medida, porque ya siempre se expresa sobre la objetividad de sus objetos y así sobre sí misma. Pero no se detiene como Kant en la autoconciencia humana, sino que también convierte aún a la autoconciencia misma expresamente en objeto de sí misma y de este modo hace desplegar en ella misma reglas de medida más originarias. De hecho también Kant procede así, en tanto hace enunciados acerca de la esencia de la autoconciencia, que son medidos en general en la esencia de la razón. Pero la proposición de Hegel: “La conciencia da a sí misma su regla de medida”, no dice sólo que la regla de medida sea dada inmediatamente con la esencia de la conciencia y caiga en ésta; con el “da” dice al mismo tiempo que la conciencia, en su curso hacia su esencia, hace aparecer respectivamente la regla de medida de sí misma y de este modo es en sí conformadora de regla de medida. Ésta se modifica de grado en grado, en tanto paso a paso aparece la originaria elevation al absoluto y con ello éste mismo como la integridad de la esencia de la conciencia. Ella se relaciona como tal con su consiente (el “objeto”) y en tanto lo refiere a sí como sí misma, ya se relaciona también consigo misma. Según esto el objeto es lo que es para la autoconciencia. Pero también ésta es lo que es en tanto aparece para ella misma, a saber como lo que constituye la objetividad del objeto. La autoconciencia es en sí la regla de medida para su objeto. En tanto se relaciona con éste, el objeto, como lo por-medir, pero a la vez consigo misma como la que mide, se realiza en sí misma en esta doble relación la comparación de lo por-medir con su regla de medida. Para ella son simultáneamente lo por-medir y lo que mide como lo mismo. La conciencia es en sí misma esencialmente esta comparación. Y en tanto es en esta comparación, es esencialmente examen. Realiza el examen de su esencia no ocasionalmente en situaciones críticas sino en todo tiempo, en tanto como autoconciencia piensa en su esencia, es decir, la objetividad del objeto. Por ello Hegel dice: La conciencia se examina a sí misma (comp. parágrafo 13, WW II, 69). Cuanto menos la regla de medida es recién aportada a la conciencia de alguna parte, tanto menos el examen es realizado desde nosotros y ocasionalmente a ella. El curso de la conciencia hacia su propia esencia que aparece, es en sí a la vez conformador de regla de medida y examinador. Por lo tanto la conciencia es en sí una confrontación consigo misma. 7868 Heideggeriana: HegelFenomenologia

Pero el curso de la conciencia tiene el rasgo fundamental de la sobreasunción (Aufhebung), en la que se expone a sí misma en la verdad de su esencia y lleva a aparecer sus figuras esenciales unitariamente como historia esencial. La conciencia es confrontación en un doble sentido. Es por una parte un explicarse disputante, examinador, controversia consigo misma. Es como este explicar y se pone aparte y de manifiesto y es el exponerse en la unidad de lo en sí reunido. La esencia de la reunión que expone y hace manifiesto es, expresado en griego, el legein. La esencia del logos es deloen, hypophanestai, hemeneuein. Por ello el tratado aristotélico sobre el logos lleva el título Peri Hermeneos (es decir: Sobre el hacer aparecer explicativo). (La relación interna con idea, con idein y con ekdinai es clara). El exponer explicativo en la unidad del diálogo que se confronta es el dialogos — el dialegesthai. La expresión de voz media nombra en una doble significación del dia como “a través” y “entre” el diálogo de un expresarse, que recorre un estado de cosas y lo lleva de este modo a aparecer. Ya para Platón el expresarse sobre el ser del ente es un diálogo del alma consigo misma. La esencia dialógica-agónica del dialegesthai vuelve como figura transformada, moderna e incondicionada en la determinación hegeliana de la esencia de la conciencia. El curso de la conciencia en tanto examinar triplemente sobreasumidor (aufhebende) y tético-antitético-sintético, conformador de regla de medida, es “dialéctico” en sentido originario. El curso de la conciencia, que ella elabora en sí misma, es un “movimiento dialéctico”. Ahora en los trece parágrafos vigentes, la esencia del curso de la conciencia que se presenta se ha aclarado de manera tan amplia y unitaria que Hegel con el parágrafo 14, que constituye por sí el capítulo IV, puede pasar a la palabra decisiva de la “Introducción”. 7870 Heideggeriana: HegelFenomenologia

Con ello sale el primer rasgo fundamental y sostenedor de todos los otros momentos del concepto hegeliano de experiencia, a diferencia del aristotélico pero también del kantiano. La empeiria se dirige al ente accesible a diario por doquier. La “experiencia” kantiana es la ciencia natural matemática y como tal se orienta al objeto existente “naturaleza”. Sólo que justamente Kant es quien — pero también él por primera vez al interior del pensamiento moderno — ha realizado claramente la pregunta por el ser del ente y desplegado propiamente este preguntar en cuestionamiento y caracterizado a éste mismo. Para el pensamiento moderno el ente es en la conciencia y para ésta lo a ella representado y remitido. El ente es ahora sólo Gegen-stand u Objekt. “Gegenstand” es el nombre moderno para lo que realmente se opone al re-presentar que se sabe a sí mismo, el “objeto” para el sujeto. Pensado modernamente es lo real, es decir, el ente, esencialmente objeto. En el pensamiento griego no se encuentra en ninguna parte el concepto del Gegenstand y del Objekt, porque es imposible, dado que el hombre no se experimenta como “sujeto”. Aunque verdad es que, a través de la teoría platónica de las ideas, de manera decisiva, es preparada la interpretación del ser del ente como objetividad del objeto. En tanto, pues, según Kant la metafísica pregunta completamente en el sentido de los griegos no por el ente sino por el ser, pero al mismo tiempo en el sentido de Descartes la verdad del ente, por lo tanto el ser descansa en la certeza de la representatividad, kantianamente pensada, la pregunta por el ser del ente es la pregunta por la objetividad del objeto. Este asir la objetividad del objeto es un conocimiento enteramente propio y en relación con el conocer inmediato del ente, “de la naturaleza”, de tipo nuevo. Y por ello dice Kant: “Yo denomino trascendental a todo conocimiento que en general se ocupa no tanto con objetos sino con nuestro modo de conocimiento de objetos, en tanto éste debe ser posible a priori. Un sistema de tales conceptos habría de llamarse filosofía trascendental” (Crítica de la razón pura, Introducción, B 25). El conocimiento que se ocupa de los objetos mismos es según Kant la experiencia. Pero el conocimiento que piensa la objetividad de los objetos, pregunta por las condiciones de posibilidad del objeto de la experiencia. Este asir la objetividad del objeto de la experiencia en sentido kantiano es el conocimiento trascendental u ontológico. Y justamente a este hacer surgir el nuevo verdadero objeto a diferencia del antiguo, no verdadero, al asir trascendental de la objetividad del objeto denomina Hegel “experiencia”. Por lo tanto, para Hegel “la experiencia” no es como para Kant el conocimiento óntico, sino el ontológico. Esta experiencia trascendental hace surgir la objetividad del objeto “de la conciencia”, ante todo originarse, de tal modo que ahora esta objetividad misma es el objeto recién originado y por ello nuevo. Este, el objeto trascendental, es esencialmente, no sólo de paso, “el nuevo” objeto. Su objetividad consiste en la “novedad”, en el originamiento del originarse a través de la experiencia. Pero “originarse” (“ent-stehen”), no significa aquí: ser confeccionado como cosa, sino llegar a estar en medio del re-presentar y para éste, es decir, aparecer, pensado platónicamente: hacerse “visible”. Pero en tanto según el paso fundamental de Kant, determinado desde Descartes, las condiciones de posibilidad del objeto de la experiencia se encuentran “en la conciencia”, es decir, no son otra cosa que la “autoconciencia”, el objeto esencialmente nuevo, es decir, trascendental, es decir, de la “experiencia” hegeliana, no es otra cosa que la autoconciencia como tal. Pero en tanto ésta constituye la esencia de la conciencia, la experiencia trascendental es esencialmente “experiencia de la conciencia” y ello en el triple sentido: La conciencia es lo experimentado en esta experiencia, a saber la objetividad del objeto. Pero es al mismo tiempo la que experimenta, la que ejercita la experiencia. Y es entonces aquello a que lo experimentado y el experimentar pertenece, de modo que ella misma “es” esta experiencia. 7946 Heideggeriana: HegelFenomenologia

Tomado rigurosamente, el lenguaje no tiene ninguna forma “gramática” para estas referencias de la esencia de la conciencia, es decir, para la realidad de lo real pensada moderna-metafísicamente. El lenguaje, que según Hegel siempre “expresa” sólo inmediatamente lo universal y de este modo se aparta de sí, no es capaz entonces de decir lo que se ha de pensar en dirección contraria a toda manifestación del espíritu, a saber, en atención a su regreso a sí mismo. Por ello el lenguaje tiene que desaparecer frente a la “conciencia misma” por pensar en verdad, exactamente como en tanto expresión en la comunicación del sonido se va extinguiendo con éste. Hegel dice una vez en sus “Cursos de Jena”, que en partes esenciales preparan la elaboración de la “Fenomenología del espíritu”: “El lenguaje tiene que ir extinguiéndose en la conciencia, así como se va extinguiendo hacia fuera”. 7984 Heideggeriana: HegelFenomenologia

Entonces sabemos: La conciencia es el espíritu que aparece, por lo tanto “la vida” en su aparecer-se. Pero si la “experiencia” se determina a partir de la esencia de la conciencia, surge su esencia de la esencia “de la vida”. A la vida pertenece la “experiencia”. Vivir la “vida” no significa otra cosa que estar experimentado en la experiencia de la vida. Si reflexionamos en este contexto, entonces ya no puede extrañar que en el concepto de “experiencia” de Hegel, justamente porque está tomado trascendentalmente y de este modo mienta el experimentar no empírico, especulativo del espíritu, vengan a luz los elementos esenciales ocultos y dispersos de la “experiencia”. Sea intentado, en la serie de sucintas proposiciones conductoras nombrar los momentos esenciales, que se manifiestan en tal concepto. 7994 Heideggeriana: HegelFenomenologia

“La experiencia”, que la conciencia hace consigo misma es el tránsito de “para ella” a “para nosotros” y de nuevo; pero el de nuevo encuentra otro objeto. (Los “nosotros” en el “para nosotros” “son” la esencia de la conciencia en su verdad trascendental). El des-engaño — el desaparecer. El “tránsito” — el continuo pasar por este aquí y allá como movimiento “es” lo esencial. Pero este movimiento no es un modo de proceder entre otros, sino que es la verdadera esencia de la conciencia, que es en sí óntica-ontológica. Por ello recién un primer paso: el paso a la conciencia como autoconciencia. El segundo y verdadero es: concebir el “yo pienso” como trascendental. El retroceso a la autoconciencia como giro trascendental. Y el giro trascendental como la verdad oculta y el fundamento de todo regreso de la conciencia a sí misma en su historia casual. 8223 Heideggeriana: HegelFenomenologia

Por medio de la skepsis, el escepticismo que se consuma ya tiene a la vista a la meta así configurada y de este modo se introduce en el medio de la propia inquietud de la conciencia. Como ese medio inicia constantemente el movimiento, la skepsis que reina en la esencia del saber abarca ya todas las posibles figuras de la conciencia. De acuerdo con este abarcar, la extensión de las formas del saber no real está completa. El modo en que la presentación representa todo saber que se manifiesta en su manifestación, no es otra cosa que la consumación conjunta de la skepsis reinante en la esencia de la conciencia. Soporta de antemano eso irrefrenable por lo que la conciencia se ve impulsada más allá de sí, es decir, el saber natural se ve arrastrado al saber real. Por causa de este impulso de arrastre la conciencia natural pierde aquello que considera su verdad y su vida. El impulso de arrastre es, por lo tanto, la muerte de la conciencia natural. En esta muerte permanente la conciencia sacrifica su muerte con el fin de ganar con este autosacrificio su resurrección a sí misma. La conciencia natural sufre una violencia en ese arrastre. Sin embargo esta violencia viene de la propia conciencia. La violencia es el reino de la inquietud en la conciencia misma. Este reino es la voluntad del absoluto, quien en su absolutez quiere estar en sí y para sí junto a nosotros, nosotros quienes permanentemente habitamos al modo de la conciencia natural en medio de lo ente. 8502 Heideggeriana: HegelExperiencia

El noveno párrafo vuelve a retomar sin embargo esta representación natural del conocer. Ahora bien, esto sólo ocurre con el fin de volver a plantear la cuestión de la comprobación del conocer absoluto. El examen del conocer no cae en desuso por el mero hecho de que el conocer no sea un medio, sino que por el contrario es sólo a partir de ahora cuando el conocer puede hacerse valer como aquello cuestionable. Si la presentación produce el saber que se manifiesta en su manifestación, entonces sitúa a la conciencia aún-no-verdadera en su verdad. Mide aquello que se manifiesta, en cuanto tal, según su manifestación. Éste es el rasero por el que se mide. ¿De dónde lo saca la presentación? En la medida en que la ciencia se hace cargo del examen del saber que se manifiesta, ella misma aparece como instancia y por tanto como criterio de dicho examen. Aunque su aparición en escena consista en el desarrollo de la presentación, no por ello deja de tener que aportar desde su primer paso un criterio de examen ya probado. Por un lado, a fin de poder desarrollarse, la ciencia precisa del criterio; por otro lado, tal criterio sólo puede darse en el propio desarrollo, si damos por supuesto que un conocer absoluto no puede sacar su criterio de cualquier sitio. Si verdaderamente tiene que medir el saber no verdadero en su verdad, la presentación se ve obligada a conciliar lo inconciliable. Una imposibilidad se le cruza en el camino. ¿Cómo despejar ese obstáculo? El décimo párrafo prosigue la reflexión de una manera que muestra que Hegel no allana ni aparta con argumentos lógicos lo que se contradice en la esencia de la presentación. Eso que aparentemente es inconciliable no reside en la esencia de la presentación. Reside en la manera insuficiente en la que, dominados todavía por el modo de representar de la conciencia natural, vemos la presentación. La presentación atañe a la manifestación del saber. La presentación también es un saber. Ambos caen dentro de la propia conciencia. Si la cuestión del criterio y del examen tiene algún tipo de apoyo, entonces sólo puede interrogar a aquello por lo que pregunta a partir de la propia conciencia y en ella. En tanto que conciencia ¿es la propia conciencia en sí misma algo así como una medida y criterio? ¿Es la conciencia como tal, a partir de sí misma, un examen? La propia conciencia se sitúa de forma más visible en el horizonte de la esencia. Sin embargo, todavía no se ve a qué rasgo fundamental dentro de la esencia de la conciencia apunta la meditación. 8514 Heideggeriana: HegelExperiencia

Destacándolo gráficamente, Hegel llama a este movimiento “dialéctico”. No aclara esta apelación, que sólo usa aquí, ni en los párrafos precedentes ni en los siguientes. En consecuencia, intentamos comprender lo dialéctico de acuerdo con la precedente meditación sobre la naturaleza de la conciencia. Se podría querer explicar lo dialéctico a partir de la unidad de tesis, antítesis y síntesis o a partir de la negación de la negación. Sin embargo, todo lo que es tético de algún modo tiene su esencia en la conciencia, en la que también se funda la negatividad en la medida en que es comprendida a partir de la negación. Pero la esencia de la conciencia debe determinarse en primer lugar a través del despliegue de su naturaleza. Asimismo, habrá que dejar de lado el problema de si la dialéctica es sólo un método del conocimiento o si forma parte de lo real objetivo mismo en tanto que algo real. El problema es sólo aparente mientras no se determine en qué consiste la realidad de lo real, en qué medida esa realidad reside en el ser de la conciencia y qué relación guarda con dicho ser. Las explicaciones sobre la dialéctica se parecen al método que intenta explicar el brotar del manantial a partir de la aguas residuales estancadas. Tal vez el camino a la fuente aún esté lejos. Pero debemos intentar orientarnos en su dirección recabando la ayuda de Hegel. 8604 Heideggeriana: HegelExperiencia

La experiencia es el ser de lo ente. Entretanto, lo ente ha aparecido en el carácter de la conciencia y es en la representación a modo de lo que se manifiesta. Pero si ahora la presentación forma parte de la esencia de la experiencia, si la presentación se funda en la inversión, si la inversión, en tanto que aportación nuestra, es la consumación de nuestra relación esencial con la absolutez de lo absoluto, entonces, nuestra propia esencia forma parte de la parusía de lo absoluto. La inversión es la skepsis en la absolutez. Invierte todo lo que se manifiesta en su manifestación. En la medida en que se provee por adelantado de la manifestación, supera a todo lo que se manifiesta en cuanto tal, lo rodea y abre todo lo que abarca ese lugar en el que se manifiesta la manifestación. En este lugar y a través de él, la presentación sigue su marcha, desde el momento en que avanza siempre ante sí escépticamente. En la inversión, la presentación tiene ante sí la absolutez de lo absoluto y, por lo tanto, tiene a lo absoluto junto a sí. La inversión abre y delimita el lugar de la historia de la formación de la conciencia. Así pues, asegura la completitud y el progreso de la experiencia de la conciencia. La experiencia camina en la medida en que avanza ante sí y al avanzar ante sí retorna a sí misma y en este retorno se despliega en la presencia de la conciencia y en tanto que presencia se vuelve permanente. El estado de presencia permanente y absuelto de la conciencia, es el ser de lo absoluto. Por medio de la inversión la conciencia que se manifiesta se muestra en su manifestación y sólo en ella. Lo que se manifiesta se enajena en su manifestación. A través de dicha enajenación, la conciencia alcanza lo más extremo de su ser. Pero de esta manera no se marcha ni de sí misma ni de su esencia, ni tampoco el absoluto cae por la enajenación en el vacío de sus debilidades. Antes bien, la enajenación es un aferrarse de la plenitud de la manifestación a partir de la fuerza de la voluntad, bajo cuya forma reina la parusía de lo absoluto. La enajenación de lo absoluto es su repliegue en la marcha de la manifestación de su absolutez. La enajenación es en tan poca medida el extrañamiento dentro de la abstracción, que es precisamente por medio de ella como la manifestación encuentra su hogar en lo que se manifiesta como tal. 8634 Heideggeriana: HegelExperiencia

Todo ente es ahora o lo efectivamente real, en cuanto objeto, o lo eficiente en cuanto objetivación en la que se forma la objetividad del objeto. Representando, la objetivación dispone el objeto sobre el ego cogito. En este disponer se evidencia el ego cómo aquello que subyace a su propio hacer (el dis-poner poniendo-delante o re-presentando), esto es, se evidencia como subiectum. El sujeto es sujeto para sí mismo. La esencia de la conciencia es la autoconciencia. Por eso, todo ente es o bien objeto del sujeto o bien sujeto del sujeto. En todas partes, el ser de lo ente reside en el poner-se-ante-sí-mismo y, de esta manera, im-poner-se. En el horizonte de la subjetidad de lo ente el hombre se alza a la subjetividad de su esencia. El hombre accede a la subversión. El mundo se convierte en objeto. En esta objetivación subvertidora de todo ente, aquello que en principio debe pasar a disposición del representar el producir, esto es la tierra es desplazado al centro de toda posición y controversia humana. La propia tierra ya sólo puede mostrarse como objeto del ataque que en cuanto objetivación incondicionada, se instaura en el querer del hombre. Por haber sido querida a partir de la esencia del ser, la naturaleza aparece en todas partes como objeto de la técnica. 8953 Heideggeriana: NietzscheDeus