círculo

(gr. kyklon, diallelos logos; lat. Circulus; in. Circle; fr. Cercle; al. Zirkelbeweiss; it. Circoló).

Segundo Aristóteles a demonstração em círculo ou recíproca consiste em deduzir da conclusão e de uma das duas premissas de um silogismo (esta última assumida na relação de predicação inversa) a outra conclusão do próprio silogismo (An. pr., II, 5, 57 b ss.). Aristóteles admite a plena validade desse procedimento e estabelece seus limites e suas condições a propósito de cada figura do silogismo. Portanto, nada tem a ver com o “círculo vicioso” ou “petição de princípio”, que ele enumera entre os sofismas extra dictionem (isto é, que não dependem da expressão linguística) e que consiste em assumir como premissa a proposição que se quer provar (El. sof., 5, 167 a 36).

Somente os céticos identificaram ambas as coisas e julgaram que todo silogismo não só é um círculo, ou seja, uma demonstração recíproca, como também é um círculo vicioso, uma petição de princípio. Nesse sentido usaram a palavra dialelo e o incluíram entre os tropos, isto é, entre os modos de suspender o juízo. Sexto Empírico atribui este tropo àqueles que ele chama de “céticos mais recentes”, isto é, os seguidores de Agripa: “Existe dialelo quando aquilo que deve ser confirmação da coisa procurada precisa ser encontrado pela coisa procurada” (Pirr. hyp., I, 169; cf. Dióg. L., IX, 89). Por sua vez, Sexto Empírico acredita que todo silogismo é um dialelo porque nele a premissa maior, p. ex., “Todos os homens são mortais”, pressupõe a conclusão “Sócrates é mortal” (Pirr. hyp., II, 195 ss.). Essa crítica negligencia um ponto capital da lógica de Aristóteles, isto é, que as premissas do silogismo não são estabelecidas por indução, mas exprimem a causa ou a substância necessária das coisas. P. ex., quando se diz “Todos os homens são mortais”, não se exprime a observação de que Fulano, Beltrano e Sicrano são mortais, mas sim um caráter que pertence à substância ou essência necessária do homem e por isso é a causa ou razão de ser da conclusão.

Em geral, o círculo é considerado sinal da incapacidade de demonstrar. Hegel observou, porém, que “a filosofia forma um círculo” porque, em cada uma de suas partes, deve partir de algo não demonstrado, que é por sua vez o resultado de alguma outra de suas partes (Fil. do dir, § 2, Zusatz). Por sua vez, Rosmini (Lógica, 1854, p. 274 n) falou de um “círculo sólido”, pelo qual o conhecimento da parte supõe o do todo, e vice-versa. E Gentile, remontando a tais exemplos, disse que o dialelo ou círculo, da forma como Empírico o mostrou no silogismo, é a característica própria do “pensamento pensado”, isto é, do pensamento como objeto de si mesmo. “Esse dialelo”, diz ele, “que foi sempre o pesadelo do pensamento, será — aliás é — a morte do pensamento pensante; mas é a vida, a própria lei fundamental do pensamento pensado, sem o qual é impossível conceber o pensamento pensante” (Log, I, parte II, VI, § 3). (Abbagnano)


En la iniciación a la Tien-ti-houei, el neófito, después de haber pasado por diferentes etapas preliminares, de las que la última es designada como el «CÍRCULO del Cielo y de la Tierra» (NA: Tien-ti-kiuen), llega finalmente a la «Ciudad de los Sauces» (NA: Mou-yang-tcheng), que es llamada también la «Casa de la Gran Paz» (NA: Tai-ping-chouang) (NA: Ver B. Favre, Les Societés secrètes en Chine, cap. VIII. — El autor ha visto bien lo que es el simbolismo del celemín del que hablaremos enseguida, pero no ha sabido sacar las consecuencias más importantes.). El primero de estos dos nombres se explica por el hecho de que, en China, el sauce es un símbolo de inmortalidad; equivale pues a la acacia en la Masonería, o al «ramo de oro» en los misterios antiguos (NA: Cf. El Esoterismo de Dante, cap. V.); y, en razón de esta significación, la «Ciudad de los Sauces» es propiamente la «morada de los Inmortales» (NA: Sobre la «morada de inmortalidad», cf. El Rey del Mundo, cap. VII, y El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos, cap. XXIII.). En cuanto a la segunda denominación, indica también tan claramente como es posible que se trata de un lugar considerado como «central» (NA: En el simbolismo masónico, la acacia se encuentra también en la «Cámara del Medio».), ya que la Gran Paz (en árabe Es-Sakînah) (NA: Cf. el Rey del Mundo, cap. III, y El Simbolismo de la Cruz, cap. VII y VIII. — Es también la Pax profunda de los Rosa-Cruz; se recordará, por otra parte, que el nombre de la «Gran Paz» (NA: Tai-ping) fue adoptado, en el siglo XIX, por una organización emanada de la Pe-lien-houei.), es la misma cosa que la Shekinah de la Kabbala hebraica, es decir, la «presencia divina» que es la manifestación misma de la «Actividad del Cielo», y que, como ya lo hemos dicho, no puede residir efectivamente más que en un lugar tal, o en un «santuario» tradicional que se le asimila. Por lo demás, este centro puede representar, según lo que acabamos de decir, ya sea el centro del mundo humano, o ya sea el centro del Universo total; el hecho de que está más allá del «CÍRCULO del Cielo y de la Tierra» expresa, según la primera significación, que aquel que ha llegado a él escapa por eso mismo al movimiento de la «rueda cósmica» y a las vicisitudes del yin y del yang, y, por consiguiente, a la alternancia de las vidas y de las muertes que es su consecuencia, de suerte que se le puede ser llamar verdaderamente «inmortal» (NA: No es todavía, para el «hombre verdadero», más que la inmortalidad virtual, pero que devendrá plenamente efectiva por el paso directo, a partir del estado humano, al estado supremo e incondicionado (cf. El Hombre y su devenir según el Vêdânta, cap. XVIII).); y, según la segunda significación, hay en eso una alusión bastante explícita a la situación «extracósmica» del «techo del Cielo». 2915 RGGT LA CIUDAD DE LOS SAUCES

En el cristianismo, las fiestas solsticiales de Jano se han convertido en las de los dos San Juan, y éstas se celebran siempre en las mismas épocas, es decir en los alrededores inmediatos de los solsticios de invierno y verano (El San Juan invernal está, así, muy próximo a la fiesta de Navidad, la cual, desde otro punto de vista, corresponde no menos exactamente al solsticio de invierno, según lo hemos explicado anteriormente. Un vitral del siglo XIII de la iglesia de Saint-Rémi, en Reims, presenta una figuración particularmente curiosa, y sin duda excepcional, en relación con aquello de que aquí se trata: se ha discutido en vano la cuestión de cuál de los dos San Juan es el allí representado. La verdad es que, sin que quepa ver en ello la menor confusión, se ha representado a los dos, sintetizados en la figura de un solo personaje, como lo muestran los dos girasoles colocados en sentidos opuestos sobre la cabeza de aquél, que corresponden en este caso a los dos solsticios y a los dos rostros de Jano. Señalemos aún, de paso y a título de curiosidad, que la expresión popular francesa “Jean qui pleure et Jean qui rit” (‘Juan que ríe y Juan que llora’) es en realidad una reminiscencia de los dos rostros opuestos de Jano. (Cf. nota 5 del capítulo siguiente)); y es también muy significativo que el aspecto esotérico de la tradición cristiana haya sido considerado siempre como “johannita”, lo cual confiere a ese hecho un sentido que sobrepasa netamente, cualesquiera fueren las apariencias exteriores, el dominio simplemente religioso y exotérico. La sucesión de los antiguos Collegia Fabrorum, por lo demás, se transmitió regularmente a las corporaciones que, a través de todo el Medioevo, mantuvieron el mismo carácter iniciático, y en especial a la de los constructores; ésta, pues, tuvo naturalmente por patronos a los dos San Juan, de donde proviene la conocida expresión de “Logia de San Juan” que se ha conservado en la masonería, pues ésta no es sino la continuación, por filiación directa, de las organizaciones a que acabamos de referirnos (Recordaremos que la “Logia de San Juan”, aunque no asimilada simbólicamente a la caverna, no deja de ser, como ésta, una figura del “cosmos”; la descripción de sus “dimensiones” es particularmente neta a este respecto: su longitud es “de oriente a occidente”; su anchura, “de mediodía a septentrión”; su altura, “de la tierra al cielo’; y su profundidad, “de la superficie al centro de la tierra”. Es de notar, como relación notable en lo que concierne a la altura de la Logia, que, según la tradición islámica, el sitio donde se levanta una mezquita se considera consagrado no solamente en la superficie de la tierra, sino desde ésta hasta el “séptimo cielo”. Por otra parte, se dice que “en la Logia de San Juan se elevan templos a la virtud y se cavan mazmorras para el vicio”; estas dos ideas de “elevar” y “excavar” se refieren a las dos “dimensiones” verticales, altura y profundidad, que se cuentan según las mitades de un mismo eje que va “del cenit al nadir”, tomadas en sentido mutuamente inverso; esas dos direcciones opuestas corresponden, respectivamente, al sattva y el tamas (mientras que la expansión de las dos “dimensiones” horizontales corresponde al rajas), es decir, a las dos tendencias del ser, hacia los Cielos (el templo) y hacia los Infiernos (la mazmorra), tendencias que están aquí más bien “alegorizadas” que simbolizadas en sentido estricto, por las nociones de “virtud” y “vicio’, exactamente como en el mito de Hércules que recordábamos antes. (Los tres términos sánscritos mencionados se explican así en L’Homme et son devenir selon le Vêdânta, cap. IV: “Los guna… son… condiciones de la Existencia universal a que están sometidos todos los seres manifestados… Los tres guna son: sattva, conformidad a la esencia pura del Ser (Sat), que se identifica con la Luz inteligible o el Conocimiento y se representa como una tendencia ascendente; rajas, la impulsión expansiva, según la cual el ser se desarrolla en cierto estado y, en cierto modo, en un nivel determinado de la existencia; tamas, la oscuridad, asimilada a la ignorancia, y representada como una tendencia descendente”. (N. del T))). Aun en su forma especulativa” moderna, la masonería ha conservado siempre también, como uno de los testimonios más explícitos de su origen, las fiestas solsticiales, consagradas a los dos San Juan después de haberlo estado a los dos rostros de Jano (En el simbolismo masónico, dos tangentes paralelas a un circulo se consideran, entre otras significaciones diversas, como representación de los dos San Juan; si se ve al CÍRCULO como una figura del ciclo anual, los puntos de contacto de las dos tangentes, diametralmente opuestos entre sí, corresponden entonces a los dos puntos solsticiales); y así la doctrina tradicional de las dos puertas solsticiales, con sus conexiones iniciáticas, se ha mantenido viva aún, por mucho que sea generalmente incomprendida, hasta en el mundo occidental actual. 7030 SFCS EL SIMBOLISMO SOLSTICIAL DE JANO


A forma da letra nun nos permite uma observação importante do ponto de vista das relações existentes entre os alfabetos das diferentes línguas tradicionais. No alfabeto sânscrito, a letra correspondente, na, reduzida aos seus elementos geométricos fundamentais, compõe-se também de uma semicircunferência e de um ponto; só que aqui a convexidade está voltada para o alto, tratando-se, portanto, de metade superior da circunferência, e não mais de sua metade inferior, como no caso do nun árabe. Consequentemente é a mesma figura colocada no sentido inverso, ou, para falar com mais exatidão, são duas figuras rigorosamente complementares entre si. Reunindo-as, dois pontos centrais se fundem de modo natural, formando um CÍRCULO com o ponto no centro, que é a figura do ciclo completo, sendo ao mesmo tempo o símbolo do Sol na ordem astrológica e do ouro na ordem alquímica. Do mesmo modo que a semicircunferência inferior é a representação da arca, a semicircunferência superior representa o arco-íris, que lhe é análogo na acepção mais estrita da palavra, ou seja, com a aplicação do “sentido inverso”. São também as duas metades do “Ovo do Mundo”, uma “terrestre”, nas “águas inferiores”, e a outra “celeste”, nas “águas superiores”. E a figura circular, que estava completa no início do ciclo, antes da separação das duas metades, deve reconstituir-se no final desse mesmo ciclo. Poderíamos dizer ainda que a reunião das duas figuras representa o cumprimento do ciclo, pela junção do começo e do fim, ainda mais que, se as compararmos em especial com o simbolismo “solar”, a representação do na sânscrito corresponde ao Sol nascente e o nun árabe ao Sol poente. Por outro lado, a figura circular completa é ainda, comumente, o símbolo do número 10, sendo 1 o centro e 9 a circunferência; mas sendo ela aqui obtida pela união de dois nun, vale 2 x 50 = 100 = 10²,o que indica que é no “mundo intermediário” que se deve operar a junção. Esta é impossível, como efeito, no mundo inferior, que é o domínio da divisão e da “separatividade”, mas que, ao contrário, existe sem interrupção no mundo superior, onde se encontra realizada desde o princípio de modo permanente e imutável no “eterno presente”. (Guénon)