centro do estado humano

CENTRO — ESTADOS — CENTRO DO ESTADO HUMANO

René Guénon:

O SIMBOLISMO DA CRUZ
Desde otro punto de vista, hemos visto que todo individuo humano, por lo demás como toda otra manifestación de un ser en un estado cualquiera, tiene en sí mismo la posibilidad de hacerse centro en relación al ser total; se puede decir pues que lo es en cierto modo virtualmente, y que la meta que debe proponerse, es hacer de esta virtualidad una realidad actual. Le está pues permitido a este ser, antes incluso de esta realización, y con miras a ella, colocarse en cierto modo idealmente en el centro [[Hay aquí algo comparable a la manera en la que Dante, siguiendo un simbolismo temporal y no ya espacial, se sitúa él mismo en el medio del “gran año” para llevar a cabo su viaje a través de los “tres mundos” ( ver EL ESOTERISMO DE DANTE, cap. VIII ).]]; por el hecho de que está en el estado humano, su perspectiva particular da naturalmente a este estado una importancia preponderante, contrariamente a lo que tiene lugar cuando se considera desde el punto de vista de la metafísica pura, es decir, de lo Universal; y esta preponderancia se encontrará por así decir justificada “a posteriori” en el caso donde este ser, tomando efectivamente el estado en cuestión como punto de partida y como base de su realización, haga de él verdaderamente el estado central de su totalidad, que corresponde al plano horizontal de coordenadas en nuestra representación geométrica. Esto implica primeramente la reintegración del ser considerado al centro mismo del estado humano, reintegración en la que consiste propiamente la restitución del “estado primordial”, y a continuación, para este mismo ser, la identificación del centro humano mismo con el centro universal; la primera de estas dos fases es la realización de la integralidad del estado humano, y la segunda es la de la totalidad del ser.

TRANSMUTAÇÃO E TRANSFORMAÇÃO
Es precisamente de las posibilidades de ese «estado primordial» de lo que nos queda que hablar ahora: puesto que el ser que ha llegado a él está ya virtualmente «liberado», como lo hemos dicho más atrás, se puede decir que, por eso mismo, está también virtualmente «transformado»; entiéndase bien que su «transformación» no puede ser efectiva, puesto que todavía no ha salido del estado humano, del que ha realizado sólo su perfección integral; pero las posibilidades que ha adquirido desde entonces reflejan y «prefiguran» en cierto modo las del ser verdaderamente «transformado», puesto que es en efecto en el centro del estado humano donde se reflejan directamente los estados superiores. El ser que está establecido en este punto ocupa una posición realmente «central» en relación a todas las condiciones del estado humano, de suerte que, sin haber pasado más allá, no obstante, las domina de una cierta manera, en lugar de estar al contrario dominado por ellas como lo está el hombre ordinario; y eso es verdad concretamente tanto en lo que concierne a la condición temporal como en lo que concierne a la condición espacial [[Sobre el simbolismo del «medio de los tiempos» y las relaciones que existen a este respecto entre los dos puntos de vista temporal y espacial, ver EL ESOTERISMO DE DANTE, pp. 78-87, ed. francesa.]]. Desde ahí, podrá pues, si quiere (y es muy cierto que, en el grado espiritual que ha alcanzado, nunca lo querrá sin alguna razón profunda), transportarse tanto a un momento cualquiera del tiempo, como a un lugar cualquiera del espacio [[Esta posibilidad, en lo que concierne al espacio, es lo que se designa bajo el nombre de «ubicuidad»; es un reflejo de la «omnipresencia» principial, como la posibilidad correspondiente, en lo que concierne al tiempo, es un reflejo de la eternidad y de la absoluta simultaneidad que ésta implica esencialmente.]]; por extraordinaria que pueda parecer una tal posibilidad, no es, sin embargo, más que una consecuencia inmediata de la reintegración al centro del estado humano; y, si este estado de perfección humana es el de los verdaderos RosaCruz, se puede comprender desde entonces lo que es en realidad la «longevidad» que se les atribuye, y que es inclusive algo más que lo que esta palabra parece implicar a primera vista, puesto que es propiamente el reflejo, en el dominio humano, de la eternidad principial misma. Por lo demás, en el curso ordinario de las cosas, esta posibilidad puede no manifestarse al exterior de ninguna manera; pero el ser que la ha adquirido la posee en adelante de una manera permanente e inmutable, y nada podría hacérsela perder; le basta retirarse del mundo exterior y entrar en sí mismo, toda vez que le convenga hacerlo, para encontrar siempre, en el centro de su propio ser, la verdadera «fuente de la inmortalidad».